Una colección única: las preparaciones de diatomeas de Caballero y Bellido

Autor:
  • Carmen Martínez

 

La colección de preparaciones ornamentales de diatomeas de Ernesto Caballero y Bellido es la mejor de España y una de las más extensas del mundo. Esta colección del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) incluye 205 preparaciones microscópicas con 1.431 taxones, incluyendo diatomeas fósiles y actuales, así como distintos instrumentos para su montaje según la técnica descubierta por el autor.

 

Las diatomeas siempre han despertado fascinación por su potencial estético, pero también son muy interesantes desde una perspectiva científica. Estas algas unicelulares pertenecientes al filo Bacillariophyceae aparecieron hace 200 millones de años, en la época de los dinosaurios. Para sobrevivir han debido diversificarse adaptándose a todo tipo de ambientes. Son uno de los grupos más abundantes y diversos del fitoplancton oceánico y contribuyen a la fijación del 20-25% del carbono, una cifra equivalente al del conjunto de bosques tropicales.


En siglos pasados, sin embargo, fue su belleza lo que cautivó el interés de los naturalistas. Durante el siglo XIX, las clases altas europeas y americanas rivalizaban para formar colecciones con las preparaciones más perfectas y bellas de diatomeas, que luego exhibían en sus salones junto a enormes microscopios, para disfrute de sus invitados.


Santiago Ramón y Cajal escribió sobre ellas: 'Esas algas microscópicas que, por compensación de su pequeñez, ostentan una librea silícea donde parecen haberse reunido los hechizos ornamentales del arte indio con las elegantes combinaciones de la geometría decorativa de los árabes. Para estos organismos parece escrito el antiguo adagio: in minimis perfectio. Tan grande es el sortilegio de tales algas, que ha logrado acaparar durante la vida entera la actividad y el ingenio de muchos talentos esclarecidos'.


El microscopio era un elemento imprescindible para observarlas y a su vez, estas algas resultaban idóneas para comprobar su precisión. Los fabricantes de microscopios empleaban las intrincadas arquitecturas de las frústulas de las diatomeas para evaluar la resolución de las lentes ópticas. Este es el motivo por el que el estudio de las diatomeas, conocido como diatomología, y la microscopía discurrieron paralelamente durante largo tiempo.


Un caballero inglés, del que lamentablemente no tenemos más detalles, describió por primera vez una diatomea en 1703. Su descripción fue tan precisa que ha podido atribuirse a la especie Tabellaria flocculosa. Pero lo más sorprendente es que este perspicaz naturalista decidió, con muy buen criterio, que se trataba de un vegetal. Y es que en el último tercio del siglo XVIII y la primera mitad del XIX existió una cierta controversia sobre la naturaleza de las diatomeas, ya que algunos estudiosos las incluían en el reino animal. La descripción de la primera diatomea procedente de España se produjo un siglo más tarde y se la debemos al ficólogo sueco Carl Adolf Agardh que la publicó en su tratado Systema algarum en 1824.


Las primeras preparaciones microscópicas de diatomeas aparecieron en 1867 y fueron realizadas por el alemán Johannn Diedrich Möller. En una sola placa y dentro del campo visual de un microscopio agrupaba de forma exquisita cien, doscientas y hasta mil o más diatomeas presentadas del modo más elegante y con la disposición más adecuada para su estudio. La que se puede considerar su obra maestra Universum Diatomacearum Moellerianum reunía 4.026 formas. Por un interés puramente económico Möller nunca hizo público el procedimiento que le permitió realizar aquellas magníficas preparaciones; hay que tener en cuenta que algunas de ellas llegaron a alcanzar un precio de varias decenas de miles de marcos de la época.


Esta reserva por parte de Möller incitó a otros aficionados y científicos a intentar obtener este tipo de preparaciones pero ninguno alcanzó el virtuosismo del alemán, salvo el catedrático de instituto salmantino Ernesto Caballero y Bellido, un gran aficionado a la fotografía; su interés por las diatomeas vino después, cuando conoció a Alfredo Truan que le introdujo en el estudio de estas algas y en las técnicas de preparación. Caballero se fijó como objetivo descubrir la técnica de Möller para depurarla y ponerla al servicio de la ciencia. Y ciertamente lo consiguió, porque la publicación de su procedimiento para realizar las preparaciones, en España en 1897 y en Francia un año después, recibió críticas muy elogiosas y un premio de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, que las consideraba una maravilla de gusto y ejecución.


Este reconocimiento nacional e internacional motivó que en 1910 la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas le invitase a dar un curso práctico sobre sus métodos en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Allí estuvo rodeado de los diatomólogos españoles más prestigiosos y de otros sabios naturalistas. Fue tal la expectación que el diario ABC le dedicó la portada el día 18 de octubre de 1910. Quince años más tarde, en 1925, publicaría su excelente trabajo 'Técnica de las preparaciones microscópicas sistemáticas' que fue prologado por Santiago Ramón y Cajal.


Los aspectos más interesantes de la técnica empleada por Caballero pueden sintetizarse en la limpieza, la selección idónea de los ejemplares, el acierto al elegir el dibujo ornamental, la seguridad y la facilidad de manipulación. Todo ello es el fruto de un cuidadoso e intenso trabajo, en el que cada vez se vuelve más exigente, de modo que no duda en repetir varias veces el mismo diseño hasta lograr el impacto deseado. En sus cuadernos de laboratorio anota cuidadosamente todos los pasos, instrumentos y sustancias que utiliza para conseguir que las preparaciones sean impecables.


En 1929 Caballero y Bellido dona al Museo su colección. Y en este punto vuelve a asomar el secular abandono del Museo por parte de la Administración, ya que la colección permaneció en su embalaje original durante 50 años, trasladándose después a otras dependencias del Museo para ser nuevamente ignorada, hasta que en 1987 se redescubrió al hacer un inventario general del centro.


La colección consta de 205 preparaciones microscópicas realizadas entre 1891 y 1927, a las que hay que añadir los materiales diatomíferos brutos y los lavados de diatomeas. Además contiene 33 instrumentos y frascos de productos químicos, incluyendo algunos para subsanar accidentes que pudieran ocurrir en el proceso de preparación o posteriormente. La mayoría de estos instrumentos fueron inventados por el propio Caballero.


'A esta colección habría que sumar otras 202 preparaciones microscópicas que se localizaron accidentalmente en el Museo en febrero de 2014 y se acaban de informatizar. De ellas 200 proceden de España, concretamente 197 de Galicia, y las otras dos de Estados Unidos y Rusia. El que estuviesen aparte de la colección, parece responder a que son preparaciones anteriores a la elaboración de la técnica' señala Celia Santos, conservadora de las colecciones de Invertebrados fósiles y Paleobotánica del MNCN.


'Desde un punto de vista científico la colección de Caballero y Bellido es muy interesante ya que se trata de una de las más completas que existen. Se caracteriza por una gran diversidad taxonómica, con ejemplares que cubren un amplio rango temporal, incluye tanto especies actuales como fósiles, como geográfico' comenta la investigadora del MNCN Carmen Diéguez, que ha dirigido la tesis doctoral de Magdalena de Ariz que documenta exhaustivamente la colección después de casi 80 años. Los ejemplares proceden principalmente de España (150), especialmente de Galicia (130) y Andalucía (16). También hay 11 especímenes de Europa (República Checa, Reino Unido, Italia, Hungría, Francia), 12 de Oceanía (Nueva Zelanda), 6 de América (Estados Unidos y Bolivia), 2 de Asia (Japón) y 1 de África (Argelia); de los 23 restantes no se dispone de datos.

Como legado histórico esta colección es única por distintos motivos. Está muy bien documentada y su estado de conservación es muy bueno, en gran parte debido a la meticulosidad de Caballero en el etiquetado y en la selección del estuche para las preparaciones, que han permitido su conservación en condiciones no siempre idóneas. Asimismo, Caballero y Bellido fue un adelantado a su tiempo al utilizar placas de vidrio de un tamaño que hoy se considera estándar y un medio con un índice de refracción adecuado para preparaciones microscópicas permanentes. Un detalle novedoso de la colección es que detalla por escrito las reglas para su conservación, algo bastante inédito.

 

Referencias bibliográficas:


Caballero y Bellido, 1925. Técnica de las preparaciones microscópicas sistemáticas. Trabajos del Museo de Ciencias Naturales. Serie Botánica, 20: 5-73.


Diéguez, M. C. 1992. Ciencia, Técnica y Arte. Las preparaciones microscópicas de E. Caballero Bellido, en III Congreso Geológico de España y VIII Congreso Latinoamericano de Geología, Salamanca, T. 1, pp. 497-505.


Diéguez, C. y Montero, A. 1992. «Curatorial and conservation aspects of the E. Caballero Bellido diatom collection at the Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid», en Simposio Internacional y Primer Congreso Mundial sobre preservación y conservación de colecciones de Historia Natural, Palacios, F., Martínez, C. & Thomas, B. (eds.), Madrid: Dirección General de Bellas Artes y Archivos; v. 2, pp. 309-321.


De Ariz Olaechea, M. 2005. La colección diatomológica de Ernesto Caballero y Belllido. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid.