De la cantera a Palacio: nuestros mármoles reales

Autor:
  • Carmen Martínez

En el siglo XVII no había catedral o palacio en España que no se decorase con algún retablo de mármol; ni tampoco, portada monumental o sacristía que no estuviese revestida de piedras duras pulimentadas. La Colección de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) conserva un muestrario histórico de placas de mármol de Carlos III con las principales variedades de rocas ornamentales españolas de aquella época.

 

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Durante mucho tiempo España fue considerada como la segunda potencia mundial en la producción de rocas ornamentales detrás de Italia. En la época romana se las denominaba de forma genérica marmora y no solo incluían los mármoles sino también otros tipos de piedras como calizas, granitos, brechas, alabastros, serpentinas, etc.

 

La utilización de las rocas calizas para construcción se remonta a la prehistoria, si bien el mármol y las rocas ornamentales, tanto por su belleza como por su duración, siempre han estado vinculados al poder: económico, político o social. Atendiendo a la cronología en el uso de estas rocas, podemos distinguir tres períodos: el primero correspondería a la Hispania romana, el segundo coincidiría con la construcción del Monasterio de El Escorial en el siglo XVI y el tercero de ellos alcanzaría su cénit con la ornamentación del Palacio Real de Madrid en el siglo XVIII.

 

La colección de placas de mármoles históricos españoles contiene 329 placas de 21x21 cm de lado y 1-2 cm de espesor, muchas con sus marcas originales grabadas. Este conjunto de placas reúne las principales variedades de mármoles españoles y algunas otras rocas ornamentales clasificadas como tales en aquellos tiempos. La colección se formó a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX, e implica a los cuatro monarcas que reinaron entre 1700 y 1808: Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV.

 

Por deseo expreso de los reyes, tanto los Austrias como los Borbones, las rocas ornamentales que se utilizasen en la construcción y decoración de los proyectos reales tenían que ser de origen español. Esta decisión respondía a motivos técnicos, estéticos y económicos. Pero no fue hasta la llegada de los Borbones cuando se pusieron en marcha todos los recursos para la exploración sistemática del territorio nacional en busca de canteras de piedra natural, ya que así, se podían rebajar los gastos y se evitaban retrasos en la ejecución de las obras. A los que se dedicasen a este menester, se les otorgaba un pasaporte de descubridor y debían enviar muestras de piedra de todas las canteras que descubriesen a Palacio.

 

Mármoles históricos

También se destinaron grandes sumas a la adecuación de caminos y puentes. Hay que resaltar el importante papel que desempeñaron los carreteros, que eran los encargados de transportar los bloques desde las canteras hasta el taller de escultura. Los carreteros murcianos y alicantinos eran los preferidos para el transporte de las piedras. En aquellos tiempos no se buscaban afloramientos masivos y uniformes que proporcionaran bloques de gran tamaño, como se hace actualmente, sino que primaba la calidad estética y su vistosidad, junto con la facilidad para extraerlos y trabajarlos, así como la cercanía al punto de destino.

 

Una vez obtenida la materia prima, se necesitaban los artistas y artesanos que dieran forma a los deseos de los monarcas. Y es entonces, cuando Fernando VI fue a buscar en Roma a dos marmolistas para encargarse de la ornamentación del Palacio. Tenían que ser expertos en empelechar, a saber: embutir el mármol en pavimentos y frisos, y revestir las columnas hechas de ladrillo con jaspes y otras piedras preciosas. También fue necesaria la creación de un taller, que se inspiraría en el fundado en Florencia por los Médici y en el de Capodimonte de Nápoles, donde reinaba Carlos III antes de venir a España. Finalmente, el Real Laboratorio de Piedras Duras del Buen Retiro se fundaría en 1762 por un nuevo rey, Carlos III, y con un nuevo arquitecto al frente de las obras reales, Francisco Sabatini.

 

Gran parte de las placas que se encuentran en el Museo fueron encargadas por Carlos III a Antonio Rodríguez, que había sido nombrado marmolista del Real Gabinete de Historia Natural en 1789 (Archivo MNCN, sig. ACN0092/090). Para realizar su labor debía disponer de un laboratorio con dos máquinas, para aserrar y pulir las piedras, así como un operario. Además, tenía la obligación de enseñar a jóvenes para así dar a conocer este arte por España, lo cual cumplió satisfactoriamente, tal y como se le reconoce en un informe del año 1807 (Archivo MNCN, sig. ACN0109/519).

 

Las muestras de la colección histórica que se conserva en el Museo corresponden a los tipos de rocas más solicitados en el siglo XVIII y principios del XIX, en el que se buscaban piedras con colores llamativos y texturas vistosas. Una de las primeras descripciones de los mármoles de España se la debemos al viajero inglés Samuel Edward Cook que recorrió la península ibérica de modo exhaustivo entre los años 1829 y 1832. Cook refiere que la mayoría de los mármoles de mejor calidad se encuentran en grandes cantidades, en lugares accesibles, aunque muchos se encuentran abandonados y son desconocidos por la gente del lugar.

Teatro Mérida

Entre los mármoles, un gran número de placas procede de canteras andaluzas, como el mármol de Macael (Almería), cuya variedad más conocida es la de color blanco. Este mármol ya era utilizado en el periodo romano, Teatro de Mérida (Badajoz), aunque se empieza a explotar sistemáticamente durante el dominio musulmán; todo el mármol blanco de la Alhambra de Granada procede de Macael. También está presente en decenas de palacios e iglesias a lo largo del país, lo que se ha podido verificar mediante técnicas de análisis químicos de elementos traza.

 

El mármol de Lanjarón (Granada) es uno de los más bellos del mundo, mereciendo destacarse la sacristía de la Cartuja de Granada. Otro mármol muy utilizado en la época romana es el mármol de Espejón (Soria). Se trata de un conglomerado calizo compuesto por cemento calcáreo y cantos rodados de calizas de múltiples colores, que puede verse en la pavimentación del foro de Segóbriga (Cuenca). Antiguamente se empleaba mucho en la ornamentación de palacios e iglesias, las distintas variedades de “Rojo Espejón” pueden verse en la Catedral del Burgo de Osma (Soria), en el Monasterio del Escorial, en el Palacio de la Granja (Segovia) y en el Palacio Real.

 

Por su abundancia y diversidad, las calizas y dolomías son la gran reserva de rocas ornamentales de nuestro país. La más famosa es la piedra brocatel del barranco de la leche en Tortosa (Tarragona), la única roca ornamental española exportada en la época romana a otras provincias. Es una lumaquela cuyos colores oscilan del amarillo al rojo, muy apreciada por los romanos: puede verse en villas romanas de Túnez, Egipto, España y Turquía. El viajero inglés Cook hablaba del mármol o jaspe de Tortosa (Tarragona), destacando, por su tamaño y exquisita belleza, las columnas del santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.

 

marmol colmenar de oreja

En la colección histórica aparecen falsas ágatas (calizas) con la denominación de alabastros debido a la confusión en los términos geológicos. Un bello ejemplo es la placa extraída en Pravia (Asturias), que tiene una textura cristalina de grano grueso y un color blanco rosado en bandas. Otras rocas ornamentales que se denominaban mármoles, aunque no tenían nada que ver con ellos son las brechas, conglomerados y lumaquelas. También hay dos placas de serpentina del barranco de San Juan, en pleno corazón de Sierra Nevada; esta serpentina, conocida como Verde Granada, llama la atención por su color verde intenso y negro. El primer lugar en el que se tiene constancia de su uso fue en el monasterio de San Lorenzo del Escorial. Por último, llama la atención la escasa representación de los granitos dentro de las colecciones históricas. Puede ser, por dificultad para cortarlos y pulirlos, o bien, que los granitos de color, rosa o rojo, proceden fundamentalmente de regiones mal comunicadas antiguamente, como Galicia y norte de Extremadura.

 

Esta colección tiene un gran valor, ya que puede servir de guía para la localización de canteras históricas, así como estatuas y monumentos donde han sido empleados. En arqueología, la identificación de mármoles debe basarse en datos científicos, ya que así, las esculturas de origen dudoso pueden asignarse a artistas concretos o a un área de producción determinada. Para ello se necesitan estudios mineralógicos y petrográficos de láminas delgadas. Igualmente, los monumentos que son datados adecuadamente pueden proporcionar información sobre los tiempos de explotación de ciertas canteras históricas,  lo que permitiría estimar la demanda de los mármoles utilizados.

 

sala marmoles

El interés de esta colección histórica fue reconocido en la Exposición Universal que se celebró en París en 1867, en la que el MNCN presentó una colección de mármoles con 214 muestras de las diferentes provincias españolas, que fue premiada con una medalla de plata. En 1925 el jefe de la sección de Mineralogía del Museo, Lucas Fernández Navarro, editó una guía en la que señalaba: “la colección de mármoles españoles que ocupa la cornisa de los armarios de la sala II y algunos cuadros en las paredes es valiosa por contener muestras de muchas canteras ya perdidas y agotadas”. Lamentablemente, en la remodelación arquitectónica llevada a cabo en 1988-1989 se perdió la estructura expositiva de las placas históricas de rocas ornamentales del MNCN. Actualmente, las placas se conservan en los sótanos y no se exhiben por falta de espacio.

 

Referencias bibliográficas:

 

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Cook, S. H. 1834. Sketches in Spain during the years 1829, 30, 31, & 32: containing notices of some districts very little known of the manners of the people, government, recent changes, commerce, fine arts, and natural history.

 

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Zúñiga Alcón, E. 1997. La colección de lapidarios de mármol almeriense del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Recursos naturales y medio ambiente en el sureste peninsular: 503-519. Instituto de Estudios Almerienses y Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora.