El oro de los tontos

Autor:
  • Carmen Martínez

 

Fue el primer mineral codiciado por los antiguos buscadores de oro. La pirita está ligada al origen de la cultura humana. En Río Tinto (Huelva) se da una de las mayores concentraciones de pirita del mundo y en Navajún (La Rioja) se encuentran los mejores cristales cúbicos. El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) conserva una importante colección de piritas de los mejores yacimientos y en la exposición de Minerales se exhiben algunos de los ejemplares más bellos.

 

La pirita es uno de los minerales más abundantes de la corteza terrestre. Es un sulfuro de hierro que contiene un 46,4% de hierro y un 53,6% de azufre. Es un mineral pesado y con una dureza considerable que no se exfolia. Su color es gris o amarillo latón y posee un brillo metálico intenso. Fue precisamente su color dorado y su brillo intenso lo que hizo que gente inexperta la confundiese con el oro. Además de ser mucho más dura que éste, la pirita se altera fácilmente en contacto con el aire y en ambientes húmedos, algo que no sucede con el oro.


En la Edad Media, los árabes llamaban marcasita a la pirita, ya que su aspecto es muy similar. Hoy en día la marcasita designa al mineral que tiene la composición química de la pirita pero con estructura rómbica. Aunque se conocen más de 60 formas cristalinas diferentes en la pirita, el cubo y el dodecaedro pentagonal (piritoedro) son las más frecuentes. El nombre de la pirita deriva del vocablo griego que significa fuego, por su capacidad para generar chispas al ser golpeada con fuerza. Muchos arqueólogos piensan que los neandertales y otros homínidos primitivos golpeaban piezas de sílex con trozos de pirita para crear las chispas que provocaban el fuego. Este mineral ha aparecido en los restos arqueológicos de antiguos hogares, lugares clave en la vida diaria de los humanos desde hace al menos 400.000 años.


De algún modo, la pirita podría considerarse uno de los pilares sobre los que se asienta nuestra cultura. Estos antiguos hogares no solo permitían desarrollar ciertas técnicas, como la cocina, sino que también desempeñaban un papel importante en la vida social. La agrupación diaria en torno al fuego, las historias contadas y las canciones tarareadas al calor del hogar pudieron haber influido en la evolución de un lenguaje simple a uno complejo, que involucra conceptos abstractos. Por otra parte, estas actividades grupales y rituales asociadas con el hogar también podrían haber estimulado el desarrollo de las artes. Los primeros artistas rupestres utilizaron el carbón negro de las fogatas con los ocres y rojos de obtenidos de la oxidación de la pirita a la intemperie.


La pirita se forma en ambientes muy variados: sedimentarios, hidrotermales, metamórficos, ígneos, magmáticos, etc. En ocasiones algunos fósiles son piritizados; esto sucede cuando un organismo se descompone en condiciones anaerobias, produciéndose ácido sulfhídrico, que al reaccionar con las sales de hierro presentes en el agua, da lugar a la formación de pirita, la cual sustituye a la materia de origen orgánico.


Una de las formas más comunes de la pirita en la naturaleza son los agregados esféricos de microcristales, que se conocen como framboides ya que recuerdan a pequeñas frambuesas. Como curiosidad podemos citar la formación de framboides de pirita en libros de los siglos XVI y XVII, un hallazgo de Javier García Guinea, geólogo del MNCN, y Luis Zamora, encuadernador del Archivo Histórico Nacional. Dentro de los libros antiguos había un polvo negro en el que encontraron distintos minerales, que se añadían a la tinta antigua para darle brillo, junto con pirita que en la naturaleza no está asociada a estos minerales porque se oxida rápidamente. Comprobaron que la pirita no era un aditivo de la tinta, sino que se había formado dentro de los libros. En los libros antiguos con podredumbre existía un ecosistema húmedo y pobre en oxígeno, en el que abundaban los hongos, las esporas y las bacterias. Estas últimas transformaron el sulfato de hierro, componente esencial de la tinta antigua, en sulfuro de hierro (pirita), lo que unido a las variaciones de humedad en el Archivo dio lugar a los framboides.


Distintas civilizaciones como la griega, la romana y la precolombina han utilizado la pirita en joyería y decoración. Más allá de su uso ornamental y del interés que despierta en el mundo del coleccionismo, este mineral se ha utilizado ampliamente en la industria moderna para la producción de ácido sulfúrico, el compuesto químico más fabricado en el planeta y que mide la capacidad industrial de los países. También tiene interés áreas fronterizas de la ciencia y la tecnología, como la nanotecnología y la conversión de energía.


La pirita es conocida en la Rioja desde hace siglos pero el yacimiento de Navajún no fue descubierto hasta 1965. De allí proceden los mejores cristales de pirita del mundo, unos cubos que llaman la atención por su gran tamaño, su brillo y la suavidad de sus caras. También son muy famosos los yacimientos de Rio Tinto en la provincia de Huelva, explotados desde la antigüedad, donde se encuentran las mayores concentraciones de pirita conocidas.


El Museo conserva una importante colección de piritas procedentes de distintos yacimientos de la geografía ibérica, algunos de ellos colectados por importantes geólogos como Lucas Fernández Navarro, Salvador Calderón, etc. También reúne ejemplares históricos como los colectados en Chile y Perú durante la expedición de los hermanos Heuland (1795-1800), o algunos que formaron parte del gabinete de curiosidades del médico segoviano Pedro González de Velasco que en 1875 fundó el Museo de Antropología.


Actualmente, un equipo de geólogos del Museo estudia la colección histórica de piritas para rastrear la presencia el talio, un metal pesado extremadamente tóxico que aparece en altas concentraciones en algunos ambientes asociados con minerales de sulfuro.


Referencias bibliográficas:


Calderón, S. 1910. Los Minerales de España. Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Madrid.


García-Guinea, J., Martínez-Frías, J., González-Martín, R., Zamora, L. 1997. Framboidal pyrites in antique books. Nature, 338: 631.


Rickard, D. 2015. Pyrite. A Natural History of Fool's Gold. Oxford University Press. New York.