La sorprendente biología de un pez mitológico

Autor:
  • Carmen Martínez

 

Los caballitos de mar (Hippocampus spp.) son peces pero su capacidad para nadar es limitada. Resultan inconfundibles por su postura erguida. Viven en todos los mares del mundo y las praderas submarinas son su lugar predilecto. Son los machos los que se encargan de cuidado de los huevos y de las crías. La Colección de Ictiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) conserva valiosos especímenes del siglo XIX.

 

Muy poca gente los ha visto en su hábitat natural, pero todo el mundo los conoce. La fascinación por estos seres mitológicos con cabeza de caballo y cuerpo de pez ha quedado plasmada en mosaicos, pinturas, esculturas y monedas. Para los griegos y los romanos simbolizaban la fuerza y el poder. La leyenda relata cómo Poseidón, el dios griego del mar, galopaba por los océanos en un carro de oro tirado por caballitos de mar. Las creencias en los poderes mágicos y místicos de estos enigmáticos seres aún persisten en muchas comunidades pesqueras.


Pertenecen a un grupo de peces, los signátidos, cuyo nombre deriva del griego y quiere decir 'mandíbulas unidas'. Esta peculiar familia agrupa a los caballitos de mar, los peces pipa y los dragones de mar. Los caballitos de mar o hipocampos son un género con 38 especies conocidas (aún se siguen describiendo nuevas especies), distribuidas por los mares templados y tropicales. En las costas de Europa pueden verse dos especies: Hippocampus guttulatus e H. hippocampus.


Aunque los signátidos viven en todos los mares del mundo, para encontrar fósiles hay que ir a los Alpes italianos: concretamente al Monte Bolca, en la provincia italiana de Verona. Allí hay un yacimiento paleontológico de hace unos 49 millones de años (Eoceno inferior) al que se conoce como Pesciara (pecera) y es famoso por la gran cantidad de fósiles de peces que contiene y por su excelente preservación.

 

Pero los restos fósiles de caballitos de mar son escasos, lo que dificulta seguir el rastro de su historia evolutiva. Actualmente existe consenso entre los científicos en los siguientes aspectos. Se trata de unos peces muy modernos, con una antigüedad mínima de 13 millones de años; han evolucionado muy rápidamente, a partir de un ancestro común a los peces pipa; la adquisición de la postura erguida es una adaptación a los nuevos ambientes marinos y la optimización del saco incubador de los machos permite aumentar el cuidado de la prole y así maximizar el éxito reproductivo.

 

Su silueta es inconfundible y muy diferente al resto de los peces. Llama la atención su cuerpo siempre erguido y el esqueleto, formado por placas óseas a modo de armadura. Se mueven con lentitud ya que su capacidad para nadar es reducida. Al carecer de aletas caudal y ventral, sus movimientos están condicionados por la aleta dorsal, que les impulsa hacia delante y las dos aletas pectorales que tiene debajo de la cabeza, que le permiten ascender y descender en la columna de agua, así como girar a izquierda y derecha.

 

Otra de las peculiaridades de estos atractivos peces es que no tienen escamas y su piel está recubierta de una sustancia viscosa y resbaladiza. Como el resto de los signátidos han fusionado sus mandíbulas para formar un largo hocico que funciona a modo de aspiradora para succionar el alimento, constituido básicamente por pequeños crustáceos. Sus ojos son pequeños pero se mueven de manera independiente, por lo que el ángulo de visión se aproxima a los 360º.

 

Su reducido tamaño y su dificultad para desplazarse les hace vulnerables a los depredadores, por lo que gustan de establecerse en zonas poco profundas y cercanas a la costa, donde la vegetación es densa, mimetizándose con ella para pasar desapercibidos. Su área de campeo se reduce a unos pocos cientos de metros y es común que se mantengan inmóviles, enrollando su cola a las plantas o a cualquier otro soporte que haya en el sustrato marino.


Los caballitos de mar suelen ser monógamos, pero esta fidelidad no tiene por qué durar toda la vida. Hembras y machos son similares en su apariencia física pero constituyen un interesante ejemplo de dimorfismo sexual. Uno de los sexos tiene un saco incubador en su vientre, donde empieza la cola, para portar a las crías hasta que puedan valerse por sí mismas. Curiosamente, son los machos los que se encargan de esta delicada tarea; son los únicos machos del reino animal que se quedan 'preñados'.


Durante el cortejo ambos sexos flotan enlazados por el extremo de la cola, entonces la hembra deposita sus huevos en el saco del macho, lo que requiere una perfecta coordinación, y el macho los fertiliza vertiendo su esperma sobre ellos. La producción de huevos es un proceso muy costoso desde el punto de vista energético, si tenemos en cuenta que un lote de huevos puede llegar a representar un tercio del peso total de la hembra. Machos y hembras trabajan en equipo, mientras que éstas generan los huevos, aquellos se ocupan del desarrollo de los embriones. Así, cuando un macho libera su progenie, ya es capaz de aceptar otro lote de huevos de la hembra.


Como ya se ha dicho, es en el saco incubador de los machos donde se desarrollaran los futuros caballitos de mar, en un proceso que puede durar entre dos y cuatro semanas. El parto del caballito de mar es largo y el animal sufre numerosas contracciones antes de 'dar a luz'. El macho presiona el saco para facilitar la salida de las crías. Pueden llegar a nacer hasta un millar de caballitos, que son réplicas diminutas del padre.


Lamentablemente, su elaborada estrategia reproductiva no garantiza la supervivencia de este icono de la biodiversidad marina, ya que sus particulares características biológicas y ecológicas le hacen muy vulnerable. Se estima que cada año se pescan entre 25 y 30 millones de caballitos de mar para diversos fines. Durante siglos, se han utilizado en la medicina tradicional china, pero nunca hasta ahora se habían esquilmado de este modo. Por esto, el género completo Hippocampus se encuentra, desde el año 2004, en el apéndice II de CITES, que es el convenio internacional que controla el comercio de las especies amenazadas de fauna y flora silvestres en favor de su conservación.


La Colección de Ictiología del Museo alberga 86 especímenes de Hippocampus, de los cuales 82 se conservan en etanol al 70%. Uno de estos especímenes conservados en alcohol fue colectado por Francisco de Paula Martínez y Saéz en Pernambuco (Brasil) durante la Expedición Científica al Pacífico (1862-1865).También hay tres ejemplares naturalizados, dos de los cuales pertenecen a la colección histórica, ya que muy probablemente fueron colectados en el siglo XIX. Por último, un ejemplar muy interesante es el esqueleto montado por José Duchén en 1849, que por aquel entonces era el jefe del Laboratorio de Disecación del Real Gabinete de Historia Natural.


Si deseáis conocer mejor a estos fascinantes animales no dejéis de ver el documental del Instituto de Investigaciones Marinas (CSIC), SyngDoc: El desconocido mundo de los signátidos.

 

Referencias bibliográficas:


Planas Oliver, M. 2014. El caballito de mar. CSIC; Los libros de la Catarata, Madrid.