Los aborígenes que fueron enterrados dos veces

Autor:
  • Carmen Martínez

La colección de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) conserva unas escorias volcánicas procedentes de erupciones prehistóricas en la isla de La Palma, con restos óseos humanos pertenecientes a la necrópolis de La Cucaracha, uno de los enterramientos con restos arqueológicos y humanos más representativos de la población prehispánica de La Palma. Se exhiben en la sala de Minerales, Fósiles y Evolución humana.

 

Desde mediados del siglo XIV se han registrado en las islas Canarias 18 erupciones volcánicas, algunas de gran intensidad y duración, como la ocurrida en Lanzarote entre los años 1730 y 1736, que modificó profundamente la morfología de la isla. Las dos últimas erupciones terrestres se han registrado en la isla de La Palma, una del 26 de octubre al 18 de noviembre de 1971 en el volcán Teneguía y otra, que se inició el 19 de septiembre de 2021 en el volcán de Cumbre Vieja y que, cuando se publican estas líneas, aún continúa. La sismicidad actual de La Palma está claramente asociada con la dorsal de Cumbre Vieja, una estructura volcánica alargada de 21,5 km de longitud y 220 km2 de extensión, surgida a raíz de las erupciones ocurridas en el sur de la isla a lo largo de los últimos 123.000 años.

 

dibujos petrogliflos
Dibujo a plumilla, tinta china y aguada, fechado en 1794, con las figuras que aparecen en las dos piedras que están en la cueva de Belmaco (La Palma). Imagen: Archivo MNCN.

Las primeras referencias escritas que tenemos sobre la isla de La Palma, cuyo nombre nativo es Benahoare, datan del siglo XIV y nos hablan de una población aborigen cercana a los 4.000 habitantes. Los primeros benahoaritas llegaron a la isla hace unos 2.000 años procedentes del noroeste de África. Este pueblo practicaba la agricultura y tenían una economía básicamente pastoril. El agua era tan vital para su supervivencia que la mayor parte de sus creencias estaban relacionadas con ritos propiciatorios de lluvias y cultos al agua. Estos se llevaban a cabo en santuarios, en las fuentes, o en su entorno más inmediato, donde se encontraban grabados rupestres o petroglifos.

 

Belmaco fue el primer yacimiento con grabados rupestres que se conoció en la isla y uno de los más emblemáticos de la prehistoria canaria. Felizmente, en el archivo del MNCN se conserva, de la época del Real Gabinete, un dibujo a plumilla, tinta china y aguada, fechado en agosto de 1794, con las figuras que aparecen en las dos piedras que están en la cueva de Belmaco (sig. ACN110B/003/05288/1 y ACN110B/003/05288/2). La primera noticia de estos grabados data de 1752 y se debe al explorador y militar español Domingo Van de Walle de Cervellón, que encontró el que sería considerado el primer yacimiento aborigen descubierto en las Islas Canarias.

petroglifos
Petrogliflos de Belmaco (La Palma). Imagen: Parque Arqueológico de Belmaco.

 

Este hallazgo suscitó gran expectación. Mientras que el historiador y naturalista tinerfeño José Viera y Clavijo los consideró como “puros garabatos, juegos de la casualidad o la fantasía de los antiguos bárbaros”, el obispo Antonio Tavira opinaba que podrían ser caracteres de una escritura, tal vez grabados por los fenicios. Otras interpretaciones aluden al culto a la fecundidad, a ritos propiciatorios de lluvias, a concentraciones pastoriles… Lo cierto es que Belmaco siempre ha estado presente en las investigaciones sobre el origen y la procedencia de los aborígenes canarios, ya que no se conoce ningún otro lugar que haya sido utilizado como cueva natural para vivir, lugar de enterramiento y, al mismo tiempo, enclave de marcado carácter mágico-religioso.

 

Uno de los aspectos menos conocidos de la cultura de los benahoaritas son sus costumbres funerarias. La necrópolis de La Cucaracha (Villa de Mazo) es uno de los enterramientos más representativos. En el yacimiento se han encontrado numerosos huesos humanos, algunos calcinados y otros parcialmente carbonizados, así como fragmentos de escorias basálticas que engloban restos de huesos humanos. También se han hallado muchos restos arqueológicos, de cerámica e industria lítica, que ratifican la gran importancia de esta necrópolis como centro funerario.

 

Al estudiar los restos óseos embebidos en las escorias basálticas, se aprecia la recristalización parcial del hidroxilapatito o bioapatito, que es el fosfato cálcico presente en los huesos, debido a unas temperaturas que debieron superar los 650º. Por otra parte, la fracturación y astillamiento de algunos huesos por las explosiones ocurridas al evaporarse rápidamente sus líquidos orgánicos, se limitaría a las partes óseas más externas que no han sido recristalizadas. Si los restos óseos entran en contacto con materiales volcánicos se calcinan rápidamente por las altísimas temperaturas, destruyéndose los contenidos orgánicos y quedando los huesos completamente carbonizados.

Escoria
 Fragmentos de huesos humanos englobados en escorias basálticas. Imagen: José María Cazcarra.

 

La edad de los huesos, datados con carbono-14, se ha estimado en 1090 ± 50 años. Un análisis petrográfico y geoquímico de las escorias que engloban los huesos, comparado con los materiales volcánicos procedentes de las erupciones prehistóricas de Cumbre Vieja, señalan al volcán Montaña Goteras como protagonista de la erupción que debió afectar a un poblado de benahoaritas, que vivían en una zona próxima a la costa y bastante alejada de la cresta de la dorsal de Cumbre Vieja, donde se concentra la mayor parte de la actividad volcánica.

 

El relato de lo que ocurrió sería el siguiente: súbitamente se produjo una violenta erupción con gran profusión de gases y materiales volcánicos como tobas, escorias y piroclastos que cubrieron la mayor parte del área donde se asentaba el poblado. Los gases tóxicos y fragmentos de grano muy fino, debieron producir asfixia y obstrucción de las vías respiratorias. Aunque hay evidencias significativas de que los restos óseos incrustados en las escorias basálticas corresponden a víctimas humanas causadas por la erupción, también podría ocurrir que se tratase huesos de un enterramiento anterior. En cualquier caso, los restos humanos envueltos por los materiales volcánicos fueron trasladados y posteriormente enterrados, como era tradición de los aborígenes, en una oquedad natural del cráter volcánico de la Cucaracha: un lugar más seguro, que se utilizó únicamente como lugar de enterramiento.

 

Referencias bibliográficas:

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Carracedo, J. C., Rodríguez Badiola, E. 1991. Lanzarote. La Erupción Volcánica de 1730. Ed. Cabildo Insular de Lanzarote.

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Rodríguez Ruiz, P., Rodríguez Badiola, E., Carracedo Gómez, J. C., Guillou, H., Pérez Torrado, F. J. 2004. Yacimiento arqueológico de la necrópolis de La Cucaracha, Mazo. La Palma (Islas Canarias).