Un emblema de la taxidermia moderna en el MNCN

Autor:
  • Carmen Martínez

 

El antílope caballo (Hippotragus equinus) fue el ejemplar con el que el extraordinario taxidermista Luis Benedito aprendió la novedosa técnica de la dermoplastia. Un método de naturalización que combinando madera, alambre y escayola, sin olvidar la dosis de talento, permitía obtener ejemplares dotados de una gran naturalidad, a diferencia de la mayoría de los animales disecados antes del siglo XX. El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) exhibe esta pieza histórica en la exposición Biodiversidad.

 

Cuando Luis Benedito Vives (1884-1955) llegó al Museo en 1910, soplaban nuevos vientos para esta vetusta institución que acababa de trasladarse a su sede actual en el Palacio de las Artes y la Industria. Ignacio Bolívar y Urrutia (1850-1944), director del MNCN en aquel entonces, había puesto en marcha un ambicioso proyecto de renovación con el que quería situarlo a la altura de los mejores museos de Europa.


Para ello necesitaba animales naturalizados que atrajeran al gran público; para las aves contaba con la pericia de José María Benedito Vives (1873-1951) que era el jefe del Laboratorio de Taxidermia, pero disecar grandes mamíferos no resultaba tan fácil. José María y Luis eran hijos del valenciano José María Benedito Mendoza, un preparador de la Universidad de Valencia que tenía un negocio de objetos de historia natural y que sería el precursor de una importante saga de taxidermistas.


Aprovechando la presencia en el Museo de Luis Benedito y decidido a conseguir una colección de grandes mamíferos digna de admiración, Bolívar consiguió una beca de la Junta para Ampliación de Estudios para que el menor de los Benedito se formase en Europa con uno de los taxidermistas más importantes de la época, Herman Heinrich ter Meer (1871-1934) de Leiden (Holanda), que trabajaba en el Museo de Historia Natural de Leipzig (Alemania). Allí permaneció cinco meses y junto con ter Meer visitó los museos de Dresde, Munich, Stuttgart, Hamburgo y Berlín.


El taxidermista holandés había puesto a punto una técnica totalmente innovadora llamada dermoplastia, que permitía recrear el cuerpo del animal utilizando solo la piel. Para ello se esculpía el animal en una mezcla escayola y turba. El armazón se realizaba con una tabla de madera recortada para el tronco, otra para la cabeza y unos vástagos de hierro para el cuello y las patas, todo ello rodeado de una malla metálica que le daba forma y volumen. Después se tapizaba con estopa y se cubría con una gruesa capa de escayola, sobre la que se esculpían los detalles anatómicos. Finalmente se adhería la piel humedecida ya curtida sujetándola firmemente con alfileres hasta que se secaba.


Ignacio Bolívar quería que durante su estancia en Alemania el joven Benedito montase algún animal de gran tamaño para el MNCN. Ter Meer aceptó trabajar sobre una piel que era propiedad del Museo y así fue como se naturalizó el primer animal obtenido por dermoplastia con destino a un centro español. El antílope caballo o ruano, como también se le conoce, había costado 1.050 francos, a los que habría que añadir los 1.800 marcos que costó el seguro para su traslado desde Alemania una vez naturalizado.


El formidable ungulado fue colocado en un pedestal de madera en el que junto a la fecha de ejecución (1912) figuran el nombre de Benedito junto al del reconocido Ter Meer. Hoy el antílope caballo comparte vitrina con otros mamíferos de la sabana africana. Para admirar su excelente factura no hay más que entrar en la página de Google Arts and Culture y aumentar la resolución con el zoom. Este gran bóvido africano que se parece a un caballo se caracteriza por unos largos cuernos curvados y anillados, un diseño facial muy conspicuo en blanco y negro, y unas orejas largas y estrechas.


Además de esta magnífica pieza, el Museo ofrece una muestra excelente del trabajo de Luis Benedito ya que prácticamente todos los dioramas de mamíferos son obra suya. Con él y con su hermano José María, el Museo se modernizó, abandonando una taxidermia hierática y obsoleta para pasar a una taxidermia moderna que además de pericia requería sensibilidad, aunando conocimientos de dibujo, de escultura y de escenografía, junto con formación en anatomía, etología y otros aspectos de la biología animal. Así, sus animales naturalizados no solo muestran su talento artístico sino también un genuino amor por la naturaleza.


Referencias bibliográficas:


Aragón, S. 2014. En la piel de un animal. El Museo Nacional de Ciencias Naturales y sus colecciones de Taxidermia. Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Doce Calles S. L., Madrid.


Cabrera, A. 1915. Taxidermia moderna. Alrededor del Mundo, 855: 307-309.


Martínez de la Escalera, M. 1904. Disecadores artistas, y artistas que no estudian. Alrededor del Mundo, 245: 89-90.