Un oso pardo con moraleja

Autor:
  • Carmen Martínez

Es una especie emblemática de la cordillera cantábrica, que hace solo tres décadas estuvo a punto de desaparecer para siempre. El ejemplar que se exhibe en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) fue cazado hace más de cien años y es testigo de la rica biodiversidad ibérica.
 

 

Oso pardo (Ursus arctos) cazado en Asturias en 1915.
   Oso pardo (Ursus arctos) cazado en Asturias en 1915, colección de Mamíferos del MNCN. Imagen: Jesús Juez.

Para conocer el rastro del oso pardo (Ursus arctos) en España hay que leer el Libro de la Montería, una guía de caza que el rey Alfonso XI de Castilla encargó en el siglo XIV, en la que se indicaban los lugares donde se podían cazar, aunque hay que señalar que su caza estaba restringida a la Corona y a la nobleza. En la península ibérica su presencia era habitual en las zonas montañosas, aunque estaba ausente en gran parte de Galicia y Andalucía, mientras que en Murcia su presencia era discontinua.

 

Una anécdota que ilustra su ubicuidad a lo largo del territorio ibérico es la petición que hicieron varios vecinos de Fuenlabrada de los Montes (Badajoz), famosa por su producción artesanal de miel, al duque de Béjar en 1602 para cercar un “enjambramiento”, habida cuenta de la atracción de los osos por la miel y las larvas de las abejas, bien conocida desde tiempos muy antiguos. A tal fin, se levantaban corrales de piedras, similares a los asturianos, a fin de proteger sus colmenas “de los muchos osos que hay en el término de esta villa y de los lugares de la comarca.”

Oso pardo naturalizado. Imagen: Archivo MNCN, sig. ACN004/001/0873
   Detalle de la cabeza. Imagen: Archivo del MNCN, sig. ACN004/001/08737


Originalmente estos mamíferos podían encontrarse en la mayor parte de Europa y Asia, en la mitad oeste de Norteamérica y algunas zonas de Oriente Próximo y del Magreb. Aunque prefieren los bosques, ya sean de coníferas, en Siberia o Escandinava, o de hayas, robles y abedules, en la Cordillera Cantábrica, también viven en zonas semidesérticas en Mongolia, en zonas costeras o en la tundra ártica en Alaska. Esta gran diversidad de factores ambientales a los que se han adaptado ha dado lugar a una gran variabilidad en su aspecto externo, especialmente en el tamaño y el color. Aunque algunos especialistas diferencian un gran número de subespecies, un estudio reciente del ADN obtenido de osos antiguos, muestra que todos los osos pardos europeos pertenecen a la subespecie, Ursus arctos arctos.


Su área de distribución, todavía muy extensa, se ha ido reduciendo progresivamente en los últimos siglos. Actualmente se estima que su población mundial ronda los 200.000-250.000 ejemplares, lo que llama la atención en un carnívoro de su tamaño. Las poblaciones europeas de oso pardo más amenazadas se encuentran en España, Italia y Francia. En nuestro país hay dos poblaciones: una de ellas en la Cordillera Cantábrica, con dos subpoblaciones bien diferenciadas, y otra en los Pirineos, compartida con Francia y Andorra.

Pedro Pidal
        Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias.


Los osos ibéricos son pequeños, aunque algunos machos pueden superar los 200 kg, como el protagonista de esta entrada, 230 kg. Este peso es muy inferior al de los que viven en la península rusa de Kamchatka, en la isla norteamericana de Kodiak o en las costas cercanas de la península de Alaska, que pueden llegar a alcanzar los 700 kg. La diversidad de tonalidades de los osos cantábricos es muy llamativa, varía entre un marrón muy oscuro, un dorado claro y distintas gamas de grises. Aunque están clasificados como carnívoros, por su dentición y su aparato digestivo, los osos europeos y americanos son omnívoros, predominando el consumo de vegetales respecto a los animales.


En la cordillera cantábrica, las osas tienen entre una y tres crías, cuyo peso al nacer oscila entre 350-400 g. Nacen en torno al mes de enero, durante la hibernación, y permanecen unos cuatro meses dentro de la osera con su madre. Su salida al exterior coincide con la época de celo y las osas con oseznos se muestran especialmente vigilantes para evitar a los machos infanticidas. Las hembras de oso pardo en Europa pasan aproximadamente un año y medio con los oseznos. Las osas reproductoras presentan una intensa filopatría, es decir, tienden a quedarse en el territorio en que nacieron o vuelven al mismo para reproducirse, lo que lleva a que las hembras solapen su área de campeo con la de su madre.


Ver osos en Asturias es más fácil ahora que hace cuarenta años, cuando la especie inició una senda muy peligrosa. A principios de la década de los noventa, apenas quedaban unas decenas de osos, divididos en dos subpoblaciones aisladas. En la occidental (Asturias, León y Lugo) apenas quedaban seis u ocho hembras con crías del año, mientras que en la oriental (León, Palencia, Cantabria y Asturias), dependiendo del año, podría haber una o dos osas con oseznos, o ninguna. El punto de inflexión se alcanzó en 1994, cuando solo se localizaron tres familias en el núcleo occidental y ninguna en el oriental. Pasado ese fatídico momento, gracias a una campaña de conservación sin precedentes, se inició una recuperación lenta pero continuada, que permitió restablecer el intercambio genético entre ambas subpoblaciones, hasta llegar a los 330 ejemplares que se han estimado en 2021.


El oso pardo que se exhibe en el MNCN fue abatido el 13 de octubre de 1915 en Sendas de Villar de Vildas, en el concejo de Somiedo (Asturias). Fue un regalo de Alfonso XIII al Museo, aunque no lo cazó el monarca; como veremos, la historia de este oso tiene mucha enjundia. Uno de los protagonistas de este relato es Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, que tiene en su haber la muerte de cinco osos, incluido el del Museo, y a quien el escritor Leopoldo Alas Clarín apodara “zar de Asturias” por sus métodos caciquiles. Pero este cazador y alpinista asturiano, amigo personal del rey Alfonso XIII, también era senador y se le conoce por presentar y defender la Ley de Parques Nacionales que se aprobaría el 7 de diciembre de 1916, un hito en la historia de la conservación de nuestro país.

Archivo del MNCN, sig. ACN 1020/002.
   Archivo del MNCN, sig. ACN1020/002.


Volviendo a la cacería, esta tuvo lugar a raíz de la invitación del cura de Villar de Vildas, antiguo conocido de la familia Pidal, y en la que también participó un tal Pepón, José Bernardo de Quirós, primo de Pidal, que se autoinvitó a la misma. Lo que podría haber sido una jornada agradable para los cazadores, se convirtió en una pesadilla cuando el oso fue capturado. Mientras Pepón repetía hasta la saciedad que había herido el oso, Pidal dejó bien claro que lo habían matado ambos y que el oso iría al MNCN con una inscripción que así lo indicara. En principio, Pepón aceptó la propuesta y a instancias de Pidal envió el cuerpo del animal a casa de los hermanos Benedito, taxidermistas del Museo, para que lo disecasen.


Pero al año siguiente Pepón cambió de opinión y visitó a los Benedito para comunicarles que no hicieran nada con el oso, porque lo había matado él solo, por lo que no iría al Museo sino a su casa. Los taxidermistas esperaban para ver qué se hacía con el ejemplar y a quién se lo entregaban. Mientras tanto ambos primos seguían en contacto por cuestiones cinegéticas. Sin embargo, en una carta enviada en enero de 1917, Pepón comunica a Pidal que el oso no iría al Museo, sino que quería conservarlo en su casa. Las cosas llegaron a tal punto, que el padre de Pepón fue a ver a Pidal para que no fueran a los tribunales. Pepón se mantenía firme en que si Pidal le daba la mitad del Coto por el que litigaban, accedería a entregar el oso, siempre y cuando el rey se lo pidiese, y en la inscripción solo figurase su nombre.


Finalmente, fue Alfonso XIII quien zanjó la disputa, regalando el oso al Museo con una placa en la que no figuraban ninguno de los primos. Pedro Pidal publicó en 1917 un pequeño opúsculo, El oso del Museo, que se conserva en el Archivo del MNCN, en el que relata la curiosa historia, que concluye con esta moraleja: “El que lo quiere todo para sí y nada para el prójimo, tras perder la grandeza moral y la simpatía de las gentes, se expone a quedarse sin nada, y lo merece. La ambición rompe el saco.” Afortunadamente, el magnífico montaje de los hermanos Benedito se quedó en el MNCN, y también puede verse en este enlace.


Referencias bibliográficas:

Grajera, F., Suárez, F. 2020. Daños causados a las colmenas por los tejones y otros pequeños carnívoros. Quercus, 416: 31-34.

Palomero, G., Ballesteros, F., Blanco, J. C., García-Serrano, A., Herrero, J., Nores, C. 2011. Osas. El comportamiento de las osas y sus crías en la Cordillera Cantábrica. Segunda edición. Fundación Oso Pardo, Fundación Biodiversidad. Madrid.

Palomero, G., Ballesteros, F., Blanco, J. C, López-Bao, J. V. (eds). 2021. Osos cantábricos. Demografía, coexistencia y retos de conservación. Fundación Oso Pardo. Lynx Edicions.

Pidal, P. 1917. El oso del Museo. Imprenta de Ramona Velasco, Viuda de Prudencio Pérez. Calle de la Libertad, núm. 31, Madrid. Archivo MNCN, sig. ACN 1020/002.

Purroy, F. J. 2017. Oso pardo – Ursus arctos. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Barja, I. (eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/