Cuarta época (1939-1984)

El sábado 18 de marzo de 1939 el Museo recibió la notificación de la destitución de su director provisional Antonio de Zulueta, que junto a unos pocos empleados había gestionado y defendido la institución durante el periodo de la contienda bélica. En su lugar nombraron, también como director provisional, al paleontólogo e investigador del Museo Eduardo Hernández-Pacheco. Su nombramiento solo duró un mes, de abril a mayo de 1939, al ser sustituido por Filiberto Díaz Tosaos, encargado del régimen interior y las depuraciones al personal. Más tarde, fue el ingeniero Pedro de Novo y Fernández, quien detentó el cargo de director durante dos años y medio, hasta octubre de 1941.

El Museo reabrió sus puertas al público un martes 17 de octubre, seis meses después del final de la Guerra Civil. Los visitantes volvieron ese otoño del 39, especialmente los domingos, y se contaban por miles. Sus colecciones no habían sufrido daños. 

Maqueta del Gran Cañón
Maqueta del Bryce Canyon (EEUU) realizada por Carlos Vidal Box. Colección de Geología MNCN. Servicio de Fotografía MNCN

Se abrieron dos salas nuevas: la de Ornitología, con cuarenta grupos biológicos de aves ordenados taxonómicamente, y la de Geografía Física, con gráficos, mapas actualizados, fotografías, grabados y maquetas. Ambas fueron inauguradas oficialmente en julio de 1944. Por su parte, la Sala de Mineralogía centró la colección exhibida en yacimientos españoles, minerales útiles y piedras ornamentales. La Sala del Mar renovó sus especímenes, mejoró la iluminación y fue decorada con acuarelas de peces.

A nivel administrativo el Museo pasó a formar parte, como un instituto más, de una institución científica recién creada por el gobierno franquista, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fundado en noviembre de 1939. El CSIC creó el Instituto José Acosta de Ciencias Naturales y el Museo quedó adscrito a él. Este Instituto asumiría todo lo relativo a la gestión de la investigación, mientras que el Museo se responsabilizaría de la conservación de su patrimonio científico y de su divulgación a través de exposiciones. Los cargos de director y secretario del Instituto José Acosta recaían sobre las mismas personas que desarrollaban esas mismas responsabilidades en el Museo y el domicilio del Instituto sería el del propio Museo. 

En la década de los años cuarenta el Museo, dirigido por Emilio Fernández Galiano de 1941 a 1953, se caracterizó por un proceso de fragmentación interna: algunas de sus secciones se convirtieron en centros autónomos, siguiendo un modelo de especialización, contrario a una concepción global de las Ciencias Naturales que había presidido en la institución hasta ese momento. En marzo de 1941 la Sección de Entomología es desligada del Museo para fundar con ella el Instituto Español de Entomología. Tenía como misión fundamental recolectar y estudiar la fauna española de insectos, y colaborar en el control de plagas agrícolas y forestales. Se editó una revista nueva, Graellsia Revista de entomólogos españoles

Dos años más tarde, en 1943, otra sección del Museo, la de Geología y Paleontología, se constituyó en el Centro de Investigaciones Geológicas Lucas Mallada, luego Instituto independiente. Constaba de cuatro áreas: petrografía, paleontología, geomorfología y fisiología. Por último, en 1946, se estableció el Centro de Investigaciones Zoológicas para estudiar anatomía, fisiología animal, genética e histología. Los tres tuvieron su sede en el Palacio de la Industria y de las Artes, lo que provocó problemas de espacio, de recursos, de personal y de coordinación entre las partes.

El personal del Museo continuó la revisión y conservación de sus colecciones y se preocupó por la mejora del acondicionamiento de sus salas y del edificio en general. Una de las piezas recuperadas para su exhibición fue el Megatherium americanum. Este valioso ejemplar había sido desmontado cuando el Museo dejó su primera sede de la calle de Alcalá y guardado en armarios. Fue restaurado y montado por el geólogo Carlos Vidal Box. Su presentación al público en 1951 tuvo lugar en la misma sala en la que se encontraba el diplodocus. Se colocó en posición perpendicular al dinosaurio. Años más tarde, se dispondría en paralelo a él para hacer sitio al esqueleto del Elephas antiquus descubierto en 1958 en el transcurso de unas obras en Villaverde Bajo (Madrid). 

Tras el fallecimiento de Emilio Fernández Galiano es nombrado director del Museo Maximino San Miguel de la Cámara, que lo regentó de 1953 a 1961. Se intentó, sin éxito, que el Museo dependiera directamente del Ministerio de Educación Nacional con la idea de atraer más financiación por parte del Estado y una nueva sede más espaciosa y apropiada. Por aquel entonces visitaban el Museo 125.000 personas al año. La iniciativa no prosperó y el Museo siguió adscrito al CSIC.

En 1955 se acordó con el Ayuntamiento de Madrid que el Museo recibiera los animales muertos procedentes de la Casa de Fieras del Parque del Retiro. Con esta medida el Museo incrementó la entrada de fondos nuevos en esta etapa de penuria de recursos.

Sin presupuesto para muestreos ni para expediciones, ni apenas actividad, el Museo casi no aumentó sus colecciones, ni el fondo bibliográfico de su biblioteca. Hubo excepciones, como el descubrimiento en 1956 de unos restos de tres especies de dinosaurios hallados en Lérida por el paleontólogo Emiliano Aguirre y el investigador francés Albert-Félix de Lapparent. También la sección de ictiología fue impulsada gracias a Luis Lozano Rey. Su trabajo tuvo gran relevancia tanto en publicaciones como en el incremento de la colección de peces gracias a sus campañas de muestreo. Por otro lado, la ornitología avanzó con la creación de un Centro de Migración de Aves en 1960, por iniciativa del jefe de la Sección de Vertebrados del Museo, Francisco Bernis Madrazo, que contó con el patrocinio de la Fundación Juan March y la colaboración de voluntarios.

En los años sesenta se produjo un relevo en la dirección. El fallecimiento de San Miguel de la Cámara en 1961 dio paso al mandato de Francisco Hernández-Pacheco de la Cuesta. El nuevo director solicitó al director general de Educación Universitaria trasladar el Museo a un edificio de nueva construcción en la Ciudad Universitaria. Tampoco prosperó este intento. 

Lámina con el dibujo de un Icneumónido y pupa
Dibujo de un insecto icneumónido (adulto y pupa). Biblioteca MNCN.

En el Museo la plantilla era cada vez más escasa. Se constató una clara disminución de colaboración de profesores universitarios. Esta disminución fue consecuencia de una regulación del Ministerio de Educación en 1959 que determinó la dedicación completa de su personal docente a las tareas propias de la Universidad. La investigación se resintió y la actividad museística (clasificar, ordenar, conservar y mostrar) tuvo que continuar con el poco personal del Museo. En el Laboratorio de Taxidermia se restauraron piezas y se prepararon nuevas, se reorganizó el fondo cartográfico, se revisaron todas las piezas expuestas en las salas de paleontología, en malacología se redactó un catálogo con 30.000 entradas, el Archivo histórico catalogó 2.000 documentos de los años 1612 a 1786 y la Biblioteca trasladó su fondo a un nuevo local dispuesto para este fin en el edificio del Museo. 

Francisco Hernández-Pacheco se jubiló, pero se quedó como director en funciones desde 1972. En octubre de 1973 visitó el Museo el príncipe heredero de Japón, Akihito. El príncipe era un gran aficionado a las ciencias naturales, sobre todo, a la ictiología. El Ministerio de Asuntos Exteriores avisó el día anterior y no hubo tiempo material de preparar la visita convenientemente, porque a pesar del esfuerzo en la década anterior por mejorar la parte museística, todavía quedaba mucho fondo desordenado y mal conservado. La prensa posteriormente se hizo eco de la situación precaria que estaba atravesando el Museo. 

A mediados de los años setenta, en marzo de 1975, es nombrado director del Museo el genetista Eugenio Ortiz de Vega. Al poco de ocupar su cargo hubo otro intento de cambio de sede. La idea era derribar el Palacio que ocupaba el Museo y la Escuela Superior de Ingenieros Industriales y construir en su lugar un edificio para Presidencia del Gobierno. Se descartó la idea del derribo por el valor arquitectónico del edificio y sus inquilinos (el Museo y la Escuela) permanecieron, y aún permanecen, en su mismo emplazamiento.

Eugenio Ortiz se decantó por intentar dotar de funcionalidad al Museo: nuevos uniformes para los vigilantes; más vitrinas, armarios y mesas para colocar las piezas; todos los fondos inventariados (colecciones, aparatos científicos y mobiliario), inauguración de una sala de lectura de la biblioteca y reapertura del Salón de Actos. Todo ello se llevó a cabo con el poco personal que formaba la plantilla. En 1976 solo figuran el director, una responsable del Archivo histórico, cinco auxiliares, un administrativo, seis miembros como personal de limpieza y cinco jornaleros. No había investigadores, ni conservadores, ni divulgadores, ni especialistas en exposiciones. La primera plaza de investigador llegó al Museo en 1978 y la primera de conservador de colecciones en 1984. 

El director del Museo comunicó a la prensa en 1979 la noticia de un proyecto de renovación del Museo que quintuplicaría el espacio visitable y que ampliaría la plantilla de investigadores y del personal gestor. Con ello se cambiaría la imagen del Museo, el segundo más visitado en Madrid, por 280.000 personas al año en ese tiempo, de las que dos tercios eran escolares. Con el anuncio de esta remodelación se pretendía solucionar los problemas que arrastraba el Museo y al mismo tiempo acallar las críticas de deterioro y expolio publicadas en la prensa de la época. La remodelación total anunciada se llevaría a cabo años más tarde a principios de la década de los noventa.

Aires de renovación y reestructuración recorrieron el CSIC. A finales de 1984 se reintegraron en el Museo los institutos que en los años 40 se habían independizado, el Instituto Español de Entomología y el de Geología. Un nuevo director interino, Emiliano Aguirre Enríquez, reconocido paleontólogo, fue el encargado de inaugurar la que será una nueva e ilusionante etapa para el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Texto de Carolina Martín Albaladejo y Ana García Herranz

Para saber más: 

Bibliografía

  • Doadrio, I.; Araujo, R. y Sánchez-Almazán, J. (eds.) (2019). Las Colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Investigación y Patrimonio. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. ISBN: 978-84-00-10590-7. 
  • Martín Albaladejo, C. (ed.) Del elefante a los dinosaurios. 45 de historia del Museo Nacional de Ciencias Naturales (1940-1985). (2020). Ediciones Doce Calles. ISBN: 978-84-9744-290-9.
  • Martín Albaladejo, C.; Galera Gómez, A. y Peña de Camus, S. (2021). Una historia del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Ediciones Doce Calles. ISBN. 978-84-9744-384-5.

 

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