El oso de las cavernas coexistió con tres especies de humanos

Autor:
  • Carmen Martínez

 

Es uno de los carnívoros más grandes que ha poblado la Tierra, los machos podían llegar a pesar una tonelada antes de la hibernación. Compartió un ancestro común con el oso pardo y sobrevivió hasta la última 'edad de hielo'. El papel del cambio climático y de la presión humana en su extinción sigue motivando un intenso debate entre los paleontólogos. El Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) exhibe un macho adulto y una cría procedentes de Rusia.

 

Sin duda, el oso de las cavernas (Ursus spelaeus) es uno de los representantes más genuinos de la gran fauna del Pleistoceno en Europa. Esta especie, exclusivamente euroasiática, apareció hace unos 250.000 años y se extinguió hace 10.000. Vivió en la época en la que los mamuts, rinocerontes lanudos, ciervos gigantes, renos y leones de las cavernas, entre otros, eran los dueños y señores de la geografía europea.


Aunque era un mamífero carnívoro sus hábitos eran principalmente vegetarianos: comía plantas, semillas y tubérculos, como se deduce de los patrones de desgaste de sus dientes y de los estudios de la composición isotópica del colágeno de sus huesos. No hay evidencia de que comiese carne pero estudios recientes sugieren que podría haber sido una especie omnívora; por otro lado, las marcas encontradas en sus dientes también indican que podrían haberse alimentado de carroña. Parece claro que su dieta era principalmente herbívora, si bien se aprecia una cierta flexibilidad dietética y ecológica en respuesta a las fluctuaciones climáticas y a la competencia con otros osos.


El oso de las cavernas hibernaba durante largos períodos de tiempo, hasta seis meses, y para protegerse del intenso frío penetraba incluso un centenar de metros en el interior de las cuevas. Durante la hibernación las hembras alumbraban una o varias crías de tamaño muy pequeño, que crecían rápidamente gracias a la leche materna, tres veces más nutritiva que la de los humanos. Los cachorros mamarían durante los dos primeros inviernos, nutriéndose también con alimentos sólidos en su primer verano.


Pero las cuevas sólo las utilizaban para hibernar. La muerte ocasional de osos en varias cuevas europeas durante decenas de miles de años ha dado lugar a enormes acumulaciones de huesos. Es muy probable que la muerte de animales adultos durante la hibernación se debiese a no haber sido capaces de hacer acopio de reservas durante el verano y el otoño. Como el proceso de hibernación era largo y durante el mismo no ingerían ningún alimento, la capa de grasa sería insuficiente para mantener vivo al animal, especialmente en el caso de hembras recién paridas, en las que la necesidad de leche para nutrir a las crías generaba aún mayor estrés.


Osos y humanos coincidirían en la utilización de las cuevas como lugar de refugio. La primera interacción posible sería con Homo heidelbergensis, aunque no sabemos qué tipo de interacción pudo producirse entre estos humanos prehistóricos y los osos. La coexistencia con los neandertales (Homo neanderthalensis) fue mucho más extensa en el tiempo, correspondiendo el momento álgido al Paleolítico medio. Finalmente coincidirían con los humanos modernos (Homo sapiens).


El hombre de Cromañón conocía bien al oso de las cavernas, como lo atestiguan las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet-Pont-d'Arc (Ardèche, Francia), la cueva decorada más antigua que se conoce. Parece ser que ambas especies la usaron en el período comprendido entre 28.000 y 32.000 a.C., aunque posiblemente no la ocuparían al mismo tiempo; en el suelo de la cueva se han hallado restos del esqueleto de al menos 190 osos. Si bien no hay constancia de que el hombre diese caza a estos plantígrados, lo cierto es que la presión ejercida por los humanos modernos, que alcanzaría su cénit durante el Paleolítico superior, terminaría desplazando al oso de las cavernas de su hábitat.


Fue precisamente en esa época, hace unos 30.000 años, cuando comenzó una nueva era glacial, conocida como la tercera 'edad de hielo'. El prolongado período de frío redujo sensiblemente la disponibilidad de las plantas que constituían su dieta básica. Las bajas temperaturas también alargarían su período de hibernación, resultando así más vulnerable a los ataques de los depredadores. De este modo, la población de osos que había mantenido sus patrones genéticos estables durante unos 100.000 años, modificaría su genoma hace unos 28.000 años con la llegada de otros osos, probablemente osos hambrientos.


Según parece el cambio climático no fue la única causa de la extinción de los osos. Una investigación reciente, basada en su ADN, indica que el declive de los osos de las cavernas se inició hace unos 50.000 años, mucho antes de que comenzara la última glaciación. Los osos desaparecieron poco después de que los humanos se extendieran por toda Europa. Con la llegada de los neandertales y de los humanos modernos disminuiría la disponibilidad de cuevas, por lo que los osos tendrían gran dificultad para encontrar lugares seguros para hibernar. Algunos paleontólogos opinan que este pudo ser el golpe de gracia para el oso de las cavernas.


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Referencias bibliográficas:


Bocherens, H., Drucker; D. G., Billiou, D., Geneste , J. M., van der Plicht, J. 2006. Bears and humans in Chauvet Cave (Vallon-Pont-d'Arc, Ardèche, France): Insights from stable isotopes and radiocarbon dating of bone collagen. Journal of Human Evolution, 50 (3): 70-376. doi.org/10.1016/j.jhevol.2005.12.002


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Münzel, S. C., Rivals, F., Pacher, M., Döppes, D., Rabeder, G., Conard, N. J., Bocherens, H. 2014. Behavioural ecology of Late Pleistocene bears (Ursus spelaeus, Ursus ingressus): Insight from stable isotopes (C, N, O) and tooth microwear. Quaternary International, 339-340: 148-163. doi.org/10.1016/j.quaint.2013.10.020


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