El arte de conservar las plantas

Autor:
  • Carmen Martínez

La caja para herborizar o vasculum era un elemento imprescindible en el equipo de los botánicos del siglo XIX. En concreto, ésta que conserva el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) tiene un gran valor histórico ya que es probable que fuera utilizada durante la Expedición Científica al Pacífico (1862-1865).

 

Hacer un herbario consta de varias fases: recolección de las plantas en el campo, secado y montaje. Los antiguos herboristas creían que para secar las plantas únicamente había que dejarlas expuestas al aire sin necesidad de aplicarles ninguna presión. Hubo que esperar hasta la primera mitad del siglo XVI para que aparecieran los primeros herbarios dignos de tal nombre; los de Gherardo Cibi de Bolonia, en torno a 1532, en Italia y los de John Falconer alrededor de 1540, en Inglaterra.


Conservar las plantas en buen estado después de su recolección requería cierta habilidad. Se podía optar por prensar las plantas directamente en el campo, lo que implicaba ir cargado con un buen fardo de papeles. Esta alternativa, que permitía una buena conservación de las muestras, era recomendable cuando se trataba de plantas que se marchitaban rápidamente. Sin embargo, no era adecuada para trabajar en tiempo húmedo o con viento y resultaba impracticable cuando había que colectar un gran número de plantas de cada especie. Otra opción consistía en mantenerlas frescas hasta llegar a casa y prensarlas allí con más tranquilidad. Claro que esto exigía un contenedor relativamente hermético...


La escasa literatura científica sobre las cajas de herborización hace difícil indagar sobre su origen. El primer botánico que mencionó un contenedor de este tipo fue Edward Lhwyd en una carta en 1682 en la que relata cómo los colectores de plantas en las montañas galesas utilizaban unos cestos de mano que llenaban con raíces. En 1751 Linneo recomienda a sus alumnos llevar en sus salidas al campo un Vasculum Dillenianum que describe -en una nota a pie de página- como un recipiente de cobre semicilíndrico, de 9 pulgadas de largo, provisto de una tapa, con una abertura lo suficientemente amplia para que quepa la mano, y de perfil moderadamente cóncavo para que resulte cómodo al caminar.


El nombre empleado por Linneo sugiere que tuvo conocimiento de estos recipientes a través del botánico alemán Johann Jacob Dillenius (1684-1747), al que conoció en Oxford en 1736 y con del que mantuvo una estrecha relación. No obstante, no hay información que permita atribuir la invención del vasculum a Dillenius. Lo cierto es que desde el siglo XVIII el uso de estas cajas para herborizar se generalizó entre los botánicos, adaptándose el tamaño, la forma y el material con el que estaban confeccionadas a las necesidades y gustos del usuario. La Linnean Society de Londres conserva el vasculum que usó Darwin para colectar plantas durante su viaje en el Beagle.


Con el advenimiento del siglo XX, las cajas de herborizar ceden el paso a bolsas de distintos materiales, siendo un botánico inglés el primero en alabar las bondades de las bolsas de plástico para trasladar plantas, que por otra parte se adquirían fácilmente en los grandes almacenes. Así fue como las pintorescas cajas de herborizar perdieron la batalla frente a la comodidad y versatilidad de las bolsas de materiales sintéticos como el polietileno. De algún modo, con la desaparición del vasculum, los botánicos no sólo han perdido un vínculo con el pasado sino también una marca de distinción.


La caja de herborizar que ilustra esta entrada constituye un testimonio de otra época. Es probable que perteneciera al botánico catalán Juan Isern (1821-1866), que se incorporó al Museo de Ciencias Naturales como colector en 1851 y posteriormente fue invitado a integrarse en la Comisión Científica del Pacífico. En una de las fotos de los expedicionarios puede observarse la extraordinaria similitud entre la caja de herborizar que sostiene Isern y la que se conserva en el Museo, la cual puede apreciarse en detalle en Google Arts and Culture.


Referencias bibliográficas:


Allen, D. E. 1957. The history of the vasculum. Proc. B.S.B.l., 2: 135-150.


Baker, H. G. 1958. Origin of the vasculum. Proc. B.S.B.I., 3: 41-43.