El mamífero más codiciado por los museos

Autor:
  • Carmen Martínez

Los africanos habían cazado el okapi durante siglos antes de que los occidentales lo descubrieran. Incluso hoy sigue siendo una especie bastante enigmática. El espécimen del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) fue un regalo del Museo Tervuren de Bruselas en 1904. Apenas hacía tres años que se había descrito la especie.

 

Tras el descubrimiento científico de este bello ungulado, Gran Bretaña y Bélgica emprendieron una carrera para conseguir ejemplares que exhibir en sus salas, lo que provocó que su valor aumentase considerablemente. Entre 1902 y 1908, el Museo Tervuren adquirió 37 especímenes. Cuando el Congo se independizó de Bélgica, en 1960, el museo belga poseía una colección de casi 200 ejemplares.

 

okapi mncn
Macho de okapi (Okapia johnstoni) montado en Bruselas por Opdenbosch en 1905. Colección de Mamíferos del MNCN. Imagen: José María Cazcarra. 


Las primeras referencias al okapi las encontramos en el diario de viaje que escribió el famoso explorador Henry Morton Stanley cuando recorrió el Congo entre 1887 y 1889. En ese viaje al “África más oscura”, como llamó Stanley a esa densa selva tropical inexplorada, menciona un tipo de caballo que los pigmeos llamaban “O'api” y que, años más tarde, los científicos europeos identificarían como el okapi.


Con la esperanza de encontrar una nueva especie de mamífero, el explorador y administrador colonial británico Sir Harry Johnston, emprendió la búsqueda de okapi en 1899. Los pigmeos no hicieron sino fomentar su curiosidad sobre el unicornio africano, que era como lo llamaban los europeos, pero se sorprendió por las huellas de okapi que le mostraron, ya que mientras él esperaba estar tras el rastro de algún tipo de caballo que habitaba en el bosque, las huellas eran de un mamífero con pezuñas hendidas. Aunque Johnston no tuvo la fortuna de ver un okapi, sí pudo conseguir algunas tiras de la parte rayada de su piel que le proporcionaron los nativos, que envió al Museo Británico.

 

Okapi Cabrera archivo
Acuarela de okapi por Ángel Cabrera (1903). Imagen: Archivo MNCN, sig. ACN004/001/08657.


Y así fue como los científicos londinenses anunciaron prematuramente el descubrimiento de una nueva especie de cebra. Basándose en la descripción del okapi proporcionada por los pigmeos, el zoólogo inglés Philip Lutley Sclater nombró a la especie Equus johnstoni. Las primeras ilustraciones de este animal las hizo Johnston en 1900, antes de que se hubiera capturado ninguno vivo. En 1901 Johnston logró obtener la piel entera de un okapi y dos cráneos. A partir de estos nuevos ejemplares quedó claro que el animal no era una cebra. Posteriormente, el zoólogo del Museo Británico Ray Lankester reveló que el okapi representaba un género desconocido de la familia Giraffidae y asignó a la especie el nombre de Okapia johnstoni. El nombre específico fue un reconocimiento a Johnston, que fue quien adquirió por primera vez un espécimen de okapi para la ciencia.


Lankester publicó en 1910 Monograph of the okapi, que consiste en un atlas con 48 planchas litográficas de especímenes de distintos museos, entre los que se incluyeron el ejemplar naturalizado y el cráneo del esqueleto de okapi que se exhiben en el MNCN. Al zoólogo le llamó la atención la gran variabilidad que se observa tanto en las franjas de la piel como en muchas de las características osteológicas del cráneo y algunas vértebras, considerándola una especie realmente excepcional por la cantidad de variación individual que presentan los especímenes. Estudios recientes hablan de una historia evolutiva rica y diversa, ya que las poblaciones contemporáneas de okapi contienen altos niveles de diversidad genética.


El okapi es el único pariente vivo conocido de la jirafa. Se cree que ambas especies comparten un ancestro común hace aproximadamente 16 millones de años. Es solitario y extremadamente desconfiado. Tiene un pelaje aterciopelado de color marrón oscuro con rayas blancas horizontales en las patas y la parte trasera, que le ayudan a mezclarse con las sombras de la selva tropical, por lo que resulta muy difícil detectarlos y, más todavía, atraparlos. Su oído es muy sensible, puede escuchar y transmitir sonidos de baja frecuencia por debajo del rango audible para los humanos. Llama la atención su lengua azul oscuro larga y prensil, adaptada a un ramoneo selectivo de la vegetación, con la que además de acicalar el cuerpo, puede limpiar los ojos, las orejas y las fosas nasales. Los machos tienen estructuras parecidas a pequeños cuernos cubiertos de piel llamados osiconos.


Para los nativos sigue siendo un animal poderoso y misterioso. Su comportamiento esquivo, su querencia por la densa selva tropical, unidos a la inestabilidad política en las regiones donde vive, dificultan mucho el conocimiento científico del okapi. Es endémico de la selva tropical central y nororiental de la República Democrática del Congo (antes Zaire). Su supervivencia está gravemente amenazada por la fragmentación del hábitat, los conflictos armados regionales y la caza furtiva.

Okapi esqueleto
Esqueleto de hembra de okapi. Colección de Mamíferos del MNCN. Imagen:
Archivo MNCN, sig. ACN80D/002/00248.


Los ejemplares que se exhiben en el MNCN tienen un gran valor histórico. Cuando los principales museos competían por conseguir un ejemplar de okapi, el director del Museo Ignacio Bolívar, que había tenido la oportunidad de verlo en Bruselas, no dudó en solicitar un ejemplar al museo belga. Tras la petición de Bolívar, en agosto de 1904, se recibieron en el Museo dos cajas, una con la piel de un macho y otra con el esqueleto de una hembra. Lamentablemente, en aquella época el Museo no disponía de taxidermistas experimentados para realizar el montaje, por lo que los especímenes tuvieron que regresar a Bruselas, donde fue montado por Opdenbosch en 1905 (Archivo MNCN, sig. ACN0361/013). Y así fue como el MNCN se convirtió en uno de los primeros museos en exhibir el preciado mamífero africano.


Queremos aprovechar esta entrada para recordar el importantísimo papel que desempeñó la población local congoleña en el descubrimiento del okapi por los europeos. La costumbre de atribuir el nombre del explorador occidental a las especies descubiertas en las colonias se ha criticado en ocasiones por transmitir una narrativa científica sesgada, contribuyendo a menospreciar el conocimiento y la experiencia indígena. Lo cierto es que en el marco colonial se asumía que esto no era importante, por lo que el crédito no era compartido.


Referencias bibliográficas:


Cánovas, C. 2015. El okapi, en busca del Unicornio Africano. Naturalmente, 7: 46-50. CSIC, Madrid.


Lankester, E. Ray. 1910. Monograph of the okapi. London.


Stanton, D. W. G., Hart, J. Galbusera, P. et al. 2014. Distinct and Diverse: Range-Wide Phylogeography Reveals Ancient Lineages and High Genetic Variation in the Endangered Okapi (Okapia johnstoni). PLoS One. 2014; 9(7): e101081.