El misterio de las rayas de las cebras

Autor:
  • Carmen Martínez

Son los ungulados más emblemáticos de la sabana africana. La función adaptativa de sus rayas lleva debatiéndose casi 200 años. En el siglo XIX se extinguió una de sus subespecies debido a una caza implacable. El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) exhibe las tres especies de este équido en la sala de Biodiversidad.

Siete siglos antes de que los europeos descubrieran las cebras africanas, en la península ibérica ya se hablaba de un enigmático ungulado salvaje al que llamaban “cebro”, si bien las pruebas documentales no permiten aclarar si se trata de una o más clases de équidos. Fue el naturalista italiano Ulisse Aldrovandi (1616) quien hizo la primera descripción zoológica de una cebra africana, aunque el explorador Filippo Pigafetta en su descripción del reino del Congo publicada en 1591, ya afirmaba que fueron los comerciantes y exploradores portugueses del siglo XVI quienes dieron el nombre “cebra” a estos équidos.

Actualmente existen tres especies de cebras: la cebra de llanura (Equus quagga), la cebra de montaña (Equus zebra) y la cebra de Grevy (Equus grevyi). Cada especie tiene su propio patrón general de rayas, pero el patrón exacto es exclusivo de cada individuo, como una huella digital.

Cebras museo
Cebra de Grevy (Equus grevyi), cebra de llanura (Equus quagga) y cebra de montaña (Equus zebra). Colección de Mamíferos del MNCN. Imagen: José María Cazcarra.

La cebra de llanura es la especie más común, distribuyéndose ampliamente por el sur y el este de África. Se han identificado seis subespecies, una de las cuales, la quagga, se extinguió en 1883. Se estima que en las sabanas africanas habitan entre 150.000 y 250.000 cebras de llanura. Físicamente se caracteriza por sus rayas más gruesas que se extienden hasta el abdomen. Son animales sociales que viven en harenes formados por un macho adulto, varias hembras adultas y sus crías. La cebra de llanura es el animal nacional de la República de Botswana y sus rayas están representadas en la bandera del país.

La cebra de montaña es muy escasa, sus efectivos rondan los 35.000 individuos, y está catalogada como Vulnerable en la Lista Roja de Mamíferos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Hay dos subespecies, una se encuentra en Sudáfrica, y la otra en el suroeste de Angola y Namibia. Sus rayas tienen un grosor intermedio y el vientre es blanco. Su comportamiento social es similar al de la cebra de llanura.

La cebra de Grevy sólo se encuentra en Etiopía y Kenia y está considerada En Peligro de Extinción, con una población inferior a los 2.000 individuos. Es la más grande de las tres especies y la que tiene las rayas más finas, su vientre también es blanco como el de la cebra de montaña. Está más adaptada a las condiciones áridas. Si bien es territorial y algo solitaria, puede formar grandes manadas de hasta 400 ejemplares para realizar migraciones largas en busca de agua.

Uno de los rasgos físicos más intrigantes de las cebras son sus rayas. Sabemos que son équidos negros con rayas blancas, que se desarrollan en el útero como resultado de una falta de depósito del pigmento responsable del color negro, la melanina. Son muchas las explicaciones que se han ofrecido para descifrar el patrón de rayado de estos ungulados. El camuflaje es la hipótesis más antigua, que ya fue debatida por importantes biólogos como Wallace y Darwin, sin embargo, estudios recientes no la respaldan. Cuando se examina cuidadosamente la agudeza visual de depredadores como el león (Panthera leo) y la hiena manchada (Crocuta crocuta) se comprueba que éstos sólo pueden distinguir las rayas a distancias muy cortas, lo que lleva a descartar que sirvan para camuflarse cuando están lejos.

Entre las hipótesis más populares se encuentra la que sostiene que las rayas provocan la confusión de los depredadores, causándoles dificultades para estimar el número de cebras en una manada o bien aprietos para seleccionar a un individuo con precisión. Luego está la hipótesis aposemática, sugerida por primera vez por Wallace, que defiende que las rayas servirían para advertir a potenciales depredadores que no es rentable ni atacar ni comer una cebra. También se ha postulado que las rayas podrían tener una función social al facilitar el reconocimiento individual o intraespecífico, o bien como señal de aptitud. Igualmente, se ha sugerido que las rayas ayudarían a controlar la temperatura corporal del animal, estableciendo corrientes de convección refrigerantes, ya que las rayas blancas reflejan el calor mientras que las negras lo absorben.

Del conjunto de hipótesis planteadas por los científicos desde el siglo XIX para explicar la función de las rayas en las cebras, la más respaldada por la evidencia es la antiparasitaria; es decir, las rayas impiden que se posen las moscas que pican, los tábanos. Los investigadores sostienen que las cebras están sometidas a una fuerte selección para evitar las picaduras de dípteros. Además de las rayas, estos ungulados tienen un olor que repele a los insectos que les pican, y comportamientos, como el incesante movimiento de la cola, utilizados específicamente para evitar que las moscas se posen sobre su piel en busca de sangre.

Cuaga Duchen
Acuarela de quagga (Equus quagga quagga) atribuida a Juan José Duchen. Copia de una litografía a partir del dibujo al natural del pintor Maréchal, del Museo de Historia Natural de París (sig. ACN110B/001/04525). Imagen: Archivo del MNCN.

Un fenómeno singular como es la extinción también se puede ilustrar con estos équidos. Nos referimos a la quagga (Equus quagga quagga), una subespecie de la cebra de llanura que a finales de 1870 desapareció para siempre de las planicies herbáceas del sureste de Sudáfrica. En lo que en Europa se conocía como “el paraíso de los cazadores” los quaggas sufrieron una terrible persecución cuando llegaron los colonos holandeses, que después continuaron sus descendientes, los bóeres. La justificación para su exterminio fue que las cebras competían con las cabras y las ovejas de los colonos, por lo que estos decidieron liberar zonas de pasto, aniquilando las grandes manadas de quaggas que campeaban en ese territorio. El último ejemplar silvestre fue abatido en 1878. Cuentan que la matanza fue tan despiadada que los cazadores extraían las balas de las cebras muertas para ahorrar munición.

No todos las quaggas vivieron en libertad. Algunas fueron capturadas para exhibirlas en zoológicos de Europa, donde eran muy solicitadas. Como la quagga del zoo de Londres, que murió en 1872; la de Berlín, que lo hizo en 1875; o la de Ámsterdam, que murió el 12 de agosto de 1883. El último ejemplar de quagga registrado era una hembra que falleció después de permanecer 16 años en cautiverio. La quagga ha sido el primer animal extinto cuyo ADN se ha clonado, el 4 de junio de 1984.

Las cebras que se exhiben en el Museo fueron adquiridas a principios del siglo XX en la tienda de taxidermia más famosa de la época, la londinense Rowland Ward Ltd. En el archivo del MNCN se conserva la carta remitida a Ignacio Bolívar en 1916 para comunicarle que le enviaban un ejemplar de cebra de llanura cazado en África oriental (sig. ACN0376/003, Archivo MNCN).

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