La tortuga laúd que vive en el Archivo

En la cultura popular las tortugas marinas son símbolos de fertilidad, espíritu viajero y larga vida. La tortuga laúd que protagoniza esta entrada ilustra los dos primeros; en cuanto al último, de algún modo permanece viva a pesar de su ausencia, ya que ha pasado a formar parte de la historia del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) gracias a su excelente Archivo.

 

La tortuga laúd (Dermochelys coriacea) es por muchos motivos un animal fascinante; es el reptil más grande que existe, con un peso que ha llegado a sobrepasar los 900 kg. Se caracteriza por tener el dorso cubierto de una piel resistente con aspecto de cuero, de color negro con pequeñas manchas blancas o rosáceas, y siete quillas longitudinales. Sus aletas anteriores son muy alargadas y posee un esqueleto mayoritariamente cartilaginoso, parecido al de ballenas y manatíes.


Es una especialista en el consumo de medusas y la disponibilidad de zooplancton gelatinoso parece condicionar sus desplazamientos, tanto horizontales como verticales, en la columna de agua. Su capacidad para regular la temperatura corporal y tolerar bajas temperaturas del agua, le permite llevar a cabo largas migraciones desde aguas tropicales donde se reproduce hasta aguas muy frías donde encuentra abundante alimento. Es el vertebrado marino que realiza las migraciones más largas como el viaje transoceánico, 20.558 km durante casi dos años, registrado entre Indonesia y Oregón (EE.UU).


En el litoral español es la segunda especie de tortuga marina más común, con citas en el mar Cantábrico, las costas gallegas, el Atlántico andaluz y en todo el litoral Mediterráneo. Se desconoce el origen de las tortugas laúd que nos visitan pero es muy probable que la mayoría procedan de las poblaciones de Guayanas, Surinam y Gabón. La mayoría de las observaciones corresponden a tortugas capturadas accidentalmente en redes y otras artes de pesca o bien a ejemplares varados en la playa.


Y ahora contemos la historia de nuestra tortuga... En la mañana del 5 de junio de 1928 unos pescadores apresaron un ejemplar de tortuga marina en Tazones (Asturias). Tenía dos heridas profundas, ya que los hombres que la capturaron debieron matarla con estilete o bayoneta. Después de su captura la llevaron a la lonja de Gijón, en la que Joaquín Gómez de Llarena, catedrático de Ciencias Naturales de instituto, consciente del valor de la tortuga, la compró y la donó a este Museo.


El ejemplar en cuestión era una hembra que medía 2,20 metros de largo, 1 metro de ancho, y pesaba 480 kilos, lo que planteó algunos problemas ya que las puertas del laboratorio donde se iba a preparar eran estrechas. Nada más llegar al Museo urgía eviscerarla para evitar su descomposición y el jefe de Laboratorio de Taxidermia, José María Benedito, y el taxidermista Julio Patón se pusieron manos a la obra, como reflejan cabalmente las fotos que se conservan en el Archivo del MNCN. La tortuga se naturalizó mediante la técnica de dermoplastia, que consiste en esculpir en escayola el cuerpo del animal, reconstruyendo lo más fielmente posible su forma y dimensiones, para luego colocarle encima la piel.


En los apuntes de taxidermia y notas manuscritas que se conservan en el Archivo del MNCN, Luis Benedito escribe que en el interior del animal encontraron más de 1.300 huevos del tamaño de albaricoques; unos 4.000 de un tamaño intermedio entre cerezas y granos de pimienta, y un número extraordinariamente elevado de huevos aún más pequeños. Todo ello sugiere que la hembra podía encontrarse próxima al desove, aunque hay que matizar que la gran mayoría de lo que Benedito refiere como huevos no son sino glóbulos de albúmina, sin yema ni embrión.


Un detalle curioso, que podría esclarecer su proximidad a la costa, era que la tortuga se encontraba muy enferma, con una grave lesión en el intestino, lo que explicaría que no se encontrase ningún alimento en el tubo digestivo, que medía nada más y nada menos que 18 metros. Sin duda se trataba de un animal extraordinario, que los hermanos Benedito calificaron como una gran adquisición.


Hoy en día lo único que se conserva de la protagonista de nuestra historia, además de los recortes de prensa de la época, son las fotografías y los apuntes manuscritos que custodia el Archivo del Museo. Casi un siglo después nos preguntamos qué fue de la tortuga sin encontrar ninguna respuesta. Sólo sabemos que gracias a los archivos podemos revivir historias como la que protagonizaron aquellos niños que posaron felizmente al lado de una tortuga impresionante.


Referencias bibliográficas:


Camiñas, J. A. 2004. Estatus y conservación de las tortugas marinas en España. Pp. 345-380. En: Pleguezuelos, J. M., Márquez, R., Lizana, M. (Eds.). Atlas y Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España. Dirección General de Conservación de la Naturaleza, Asociación Herpetológica Española, Madrid. 587 pp.


Marco, A., Patino-Martínez, J., Ikaran, M., Quiñones, M. L. 2009. Tortuga laúd - Dermochelys coriacea. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Marco, A. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/


Patiño-Martinez, J., Marco, A., Quiñones, L., Calabuig, C. P. 2010. Los huevos falsos (SAGs) facilitan el comportamiento social de emergencia en las crías de la tortuga laúd Dermochelys coriacea (Testudines: Dermochelyidae). Revista de Biología Tropical, 58(3): 943-954.


Rhodin, A. G. J., Orden, J. A., Conlogue, G. J. 1981. Chondro-osseous morphology of Dermochelys coriacea, a marine reptile with mammalian skeletal features. Nature, 290: 244- 246.