La travesía del elefante del rey

Autor:
  • Carmen Martínez

El elefante asiático del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) fue protagonista en la cultura popular madrileña de finales del siglo XVIII, además de un hito en la historia de la taxidermia científica. Hablamos del segundo animal de gran porte más antiguo que se exhibe en un museo. Puede verse en la exposición Real Gabinete de Historia Natural.


Al igual que ocurría en otras cortes europeas, la familia real española recibía como obsequio muchos animales exóticos. Uno de ellos fue el elefante asiático (Elephas maximus) que durante muchos años despertó la admiración de todos los que visitaban el Real Gabinete. Este ejemplar, conocido como elefante grande, fue uno de los cuatro elefantes que tuvo el rey Carlos III. Se lo regaló el gobernador de Filipinas Simón de Anda y ahora vamos a conocer su historia.

 

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Elefante asiático (Elephas maximus). Colección de Mamíferos del MNCN. Imagen: Servicio de fotografía del MNCN.


Había sido embarcado en Manila, en la fragata Venus de la Real Armada, arribando a la isla de San Fernando (Cádiz) el 24 de julio de 1773, después de seis meses de travesía. Antes de que llegara a España ya se había dispuesto su traslado a la Granja de San Ildefonso (Segovia), el lugar donde veraneaban los reyes. El traslado se confió al joven teniente de fragata José de Mazarredo, a quien se envió su pasaporte y una Instrucción para el viaje, documentos que se conservan en el archivo del Museo Naval de Madrid. La tropa que acompañaba al elefante para que llegase en buen estado a la presencia del rey constaba de quince personas: un sargento, un cabo, ocho soldados, un patrón de bote, dos artilleros de mar, un proveedor y dos indios malabares conocidos como cornacas, que es el nombre que se da en la India y otras regiones de Asia a los que doman y cuidan elefantes.


Para el transporte de los bultos y el descanso de la tropa dispusieron de una galera, que era un carro grande de cuatro ruedas, cuyos lados y bajos iban forrados de estera, y siete bagajes, que eran carros de dos ruedas. El carro y las bestias de carga debían transportar todo lo que necesitara el elefante, como medicinas, agua, comida variada (arroz, azúcar, pan, maíz verde) y un barrilito con una arroba de aguardiente, que habría de servir como medicina. El indio rebautizado como Francisco de la Cruz era el encargado de decidir la hora a la que comía el elefante, la cantidad y las especies que se le daban. En la galera también iban los vestidos de grana ribeteados de oro del elefante y del indio malabar, confeccionados en Cádiz durante los días de aclimatación, que se utilizarían en la presentación del elefante al rey Carlos III.

 

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Esqueleto de elefante asiático (Elephas maximus). Colección de Mamíferos del MNCN. Imagen: Servicio de fotografía del MNCN.


El itinerario elegido partía de la isla de León y hacía parada en las siguientes poblaciones: Jerez, Écija, La Carlota, Córdoba, Aldea del Río, Andújar, Guarromán, Bailén, La Carolina, El Viso del Marqués, Santa Cruz, Valdepeñas, Manzanares, Tembleque, La Guardia, Ocaña, Aranjuez, Valdemoro, Carabanchel, Aravaca y San Ildefonso. Todas esos pueblos o ciudades estaban obligados a facilitar a la comitiva que viajaba con el elefante el alojamiento, los bagajes y los víveres que necesitasen, los cuales se pagarían puntualmente a los precios corrientes.


Para que el animal no se fatigase demasiado se saldría al amanecer, interrumpiendo la marcha entre las ocho de la mañana y las cinco de la tarde, para luego continuar hasta la puesta de sol. De este modo se cubrirían entre 11 y 16 km al día, aunque ante cualquier signo de fatiga se haría una parada o se pondría fin a la jornada. Tras un largo periplo de más de 800 km, que se prolongaría durante 42 días, el paquidermo llegó a San Ildefonso la tarde del 26 de septiembre, donde fue recibido por Carlos III. Después fue trasladado a El Escorial junto al rey, para viajar a continuación a Madrid, donde permaneció un mes, ya que el monarca deseaba que el pueblo pudiera verlo.

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Mujer con mantilla y otras figuras de Lorenzo Tiepolo, 1973.


Llegados a este punto, hay que hablar del revuelo que causó el elefante entre los madrileños, que ha quedado reflejado en teatro, sainetes, poesías, etc. Por ejemplo, el dramaturgo Ramón de la Cruz se inspiró en él para escribir su sainete El elefante fingido, en el que se burlaba de las exigencias que el poder central había impuesto a los pueblos y ciudades que estaban en el itinerario, para satisfacer las demandas de alimentación y alojamiento. O el poema satírico del fabulista Tomás de Iriarte Carta escrita a don José Cadalso en 17 de enero de 1774, en el que llega a referirse a una enfermedad llamada elefancía. A los vecinos les gustó tanto que bordaban elefantes en los abanicos, como se aprecia en la pintura Mujer con mantilla y otras figuras del pintor Lorenzo Tiepolo.


Después de su estancia en Madrid, el elefante fue conducido a Aranjuez donde fue alojado en la Casa de Vacas. En esta localidad transcurriría el resto de su vida. Cuatro años después de su llegada a España, el 17 de noviembre de 1777, el animal falleció en Aranjuez. Ese mismo día el conde de Floridablanca envió un oficio al director del Real Gabinete Pedro Franco Dávila para que enviase a un disecador, ya que Carlos III quería que se naturalizase para exhibirlo en el Real Gabinete (Archivo MNCN, sig. ACN0067/469). Dávila mandó al disecador y dibujante Juan Bautista Bru para que se pusiese manos a la obra de inmediato. Siguiendo órdenes reales, el esqueleto se montó por separado y la piel naturalizada se colocó sobre un armazón de madera realizado por los escultores Roberto y Pedro Michel de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Los colmillos originales se montaron en el esqueleto mientras que para el animal disecado se tallaron en madera. Este elefante también aparece en la Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, publicada por Bru en 1784 y 1786.

 

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Láminas del elefante que aparecen en la Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. Imagen: Biblioteca del MNCN.


Además del elefante del MNCN, existen otros dos grandes mamíferos del siglo XVIII que se exhiben en museos. El más antiguo es un hipopótamo que data de 1763 que se encuentra en el Museo di Storia Naturale de Florencia (La Specola). Fue donado al Gran Duque Pietro Leopoldo di Lorena y vivió durante unos años en los Jardines de Boboli como mascota del Gran Duque de Toscana. Por otra parte, en Francia se puede ver un rinoceronte (Rhinoceros unicornis) regalado al rey francés Luis XV, que fue disecado en 1792. Al igual que ocurre con nuestro elefante, la piel y el esqueleto se montaron por separado: hoy en día, el esqueleto puede verse en la Galerie d'Anatomie Comparée, mientras que el espécimen montado se exhibe en la Grande Galerie de l'Évolution del Musém National d'Histoire Naturelle de París.

 

Referencias bibliográficas:


Gómez-Centurión Jiménez, C. 2009. Curiosidades vivas. Los animales de América y Filipinas en la Ménagerie real durante el siglo XVIIII. Anuario de Estudios Americanos, 66 (2): 181-211.


Mazo Pérez, A. V. 2008. Los cuatro elefantes del rey Carlos III. Periódico del MNCN, 5: 14.


Péquignot, A. 2006. The History of Taxidermy: Clues for Preservation. Collections 2(3), 245–255. https://doi.org/10.1177/155019060600200306


Sánchez Espinosa, G. 2003. Un episodio en la recepción cultural dieciochesca de lo exótico: la llegada del elefante a Madrid en 1773. Goya, 269-186.