Malos tiempos para las tortugas

Autor:
  • Carmen Martínez

 

La tortuga estrellada de Madagascar (Astrochelys radiata) o tortuga radiada está considerada una de las más atractivas del mundo. Este quelonio era muy abundante en el sur de la isla de Madagascar pero la pérdida de hábitat, la caza, y el comercio de mascotas lo han conducido al borde de la extinción. En el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) se exhibe un ejemplar que pertenece a su colección histórica.

 

Madagascar estaba habitada por dos tortugas gigantes, hoy extinguidas: Aldabrachelys grandidieri y Aldabrachelys abrupta, cuyos caparazones sobrepasaban el metro de longitud. El tamaño corporal grande es un rasgo preadaptativo para la deriva transoceánica, que permitió a los antepasados de estas tortugas colonizar Madagascar. Pero este rasgo, que en un principio resultó ventajoso, se volvió en su contra cuando aparecieron los humanos hace unos 2.300 años y la captura selectiva de tortugas gigantes las hizo vulnerables, e inició el camino hacia la extinción.

Un camino que también parece haber iniciado la tortuga radiada. Endémica del sur de Madagascar, la primera estimación de su rango geográfico en el pasado se obtuvo a partir de especímenes subfósiles y registros de exportaciones de tortugas en 1865. Actualmente también se encuentra en las islas Mauricio y Reunión, donde fue introducida por el hombre. Durante los siglos XVIII y XIX se exportaron grandes cantidades de tortugas radiadas a esas islas, donde la especie se consideraba un manjar.

 

Astrochelys radiata, a la que la mayoría de los malgaches conocen como “sokatra”, es muy popular entre la población nativa. De gran tamaño, los machos pueden llegar a pesar 14 kg y su caparazón puede alcanzar los 40 cm de longitud. Es una tortuga muy bella, con un caparazón ovalado, de color marrón oscuro y un diseño que la hace inconfundible: del centro de cada escudo irradian unas líneas amarillas que simulan una estrella. Las patas, los pies y la cabeza son de color amarillo a excepción de un parche negro  en la parte superior de la cabeza.

 

Vive en una estrecha franja de bosque espinoso seco a lo largo de la costa suroeste de la isla. Prefiere zonas abiertas con poca vegetación o degradadas a las áreas boscosas, probablemente porque estos entornos ofrecen una mayor disponibilidad de recursos tróficos. Son básicamente herbívoras y les atraen los cactus, en particular los frutos de Opuntia sp. que fueron introducidos en la isla hace 300 años.

 

Desde 1960 se encuentra protegida por la legislación malgache y en 1975 fue incluida en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Pero a pesar de que la ley la protege, su rango de distribución se ha reducido en una quinta parte en los últimos 25 años, lo que ilustra la falta de voluntad política para hacer cumplir la ley.

 

Lo cierto es que la tortuga radiada es colectada masivamente como alimento -se ofrecen abiertamente en los restaurantes en el sur de Madagascar- y para el comercio de mascotas. Su demanda varía mucho dependiendo de la zona. Los indígenas que viven en las áreas ocupadas por las tortugas no las consumen, porque para ellos tocar o comer tortugas es un tabú (fady), pero en las ciudades que se encuentran en el borde de su área de distribución la demanda es alta. Además, la inmigración está debilitando de algún modo las tradiciones, especialmente porque la carne de tortuga es barata. Por otra parte, la exportación ilegal de tortugas para su comercio como mascotas no ha dejado de aumentar en los últimos años. Entre los malgaches también hay un número no desdeñable de nativos que tienen tortugas como mascotas, en algunos casos por placer, y en otros porque creen que su presencia protege a sus aves de corral contra enfermedades, especialmente infestación de piojos.

 

Los bosques de Madagascar se encuentran entre los mejores del mundo pero la acusada deforestación a que ha sido sometida la isla, ha provocado la pérdida de más de un 40% de su cubierta vegetal en la segunda mitad del siglo XX. Más concretamente, la destrucción del hábitat que ocupa la tortuga radiada es consecuencia del sobrepastoreo, el desmonte de tierras agrícolas y la producción de carbón vegetal. Todo ello supone un factor negativo añadido a la fortísima presión que representa la recolección de tortugas, ya sea para el comercio internacional o para su utilización por la población local.

 

El ejemplar de Asterochelys radiata que se exhibe en la sala de Geología del MNCN  podría haber pertenecido a la colección de Pedro Franco Dávila, el primer director del Real Gabinete de Historia Natural.

 

Referencias  bibliográficas:

 

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