Un molusco marino muy temido por los navegantes

Autor:
  • Carmen Martínez

Su capacidad para perforar la madera lo ha convertido en uno de los invasores marinos más nefastos de la historia. Su cuerpo recuerda a un gusano, pero es un molusco. Las claves de su éxito hay que buscarlas en una elevadísima tasa de reproducción y en una gran resistencia a las circunstancias ambientales desfavorables. El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) conserva valiosos ejemplares en su colección de Malacología.

 

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En los Países Bajos en 1730, los inspectores de diques descubrieron un "gusano" en los rompeolas de madera después de una tormenta. En el grabado se ve a los trabajadores quitando la madera del dique. Los gusanos de barco en primer plano no están a escala. Imagen: Rijksmuseum, Ámsterdam.

En 1733 el académico alemán Gottfried Sellius publicó un libro sobre un invertebrado que estaba destrozando los barcos y los diques en Holanda. Fue el primer naturalista que se dio cuenta de que se trataba de un molusco. Gracias al material recopilado por Sellius, el taxónomo sueco Linneo pudo describir a Teredo navalis en 1758. Popularmente se le conoce como gusano de barco, si bien en España también le llaman broma, un término que podría venir del griego βρωμα que quiere decir carcoma. Sin duda, es la más célebre de las especies de la familia Teredinidae.


Estos moluscos bivalvos habitan en distintos sustratos de madera sumergidos como restos flotantes, barcos o muelles. Debido a su habilidad barrenadora, destruyen rápidamente las estructuras de madera sumergidas en agua a profundidades inferiores a 20 m. Gracias a los barcos mercantes se extendieron por todo el mundo. Sabemos que Teredo navalis se propagó muy temprano y es tan ubicuo que sus orígenes son inciertos. Se le considera una especie criptogénica, porque se desconoce su distribución original: no está claro si invadió Europa desde el sudeste asiático o si se originó en Europa e invadió el resto del mundo desde allí. La especie se registró por primera vez en Europa en 1731, cuando destruyó las puertas de madera de los diques en los Países Bajos, provocando una terrible inundación. La presencia de estos moluscos en la costa holandesa cambió la forma en que el país construía sus diques, esclusas y puertos.

 

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Fragmento de madera perforada por Teredo navalis colectada el la playa de Punta Umbría, Huelva. Colección de Malacología del MNCN, nº de catálogo 15.07/5403. Imagen: José María Cazcarra.

Teredo navalis es prácticamente indetectable, sólo se descubre cuando el daño es profundo y la madera se rompe. Parece un gusano marrón, de 1 cm de diámetro y unos 20 cm de longitud, con un pequeño caparazón en forma de casco que consta de dos valvas con las que taladra la madera en la que vive incrustado. La única parte del molusco que puede verse son los dos sifones retráctiles que utilizan para filtrar el plancton y obtener el oxígeno, que asoman a través de una pequeña abertura en la parte posterior del cuerpo. En sus branquias, que son muy largas, se alojan bacterias endosimbióticas que le permiten digerir la madera. Aunque podría sobrevivir exclusivamente con una dieta de madera, también consume plancton.

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Primer plano de la foto anterior, donde se observa el interior calcáreo de los túneles. Imagen: José María Cazcarra.


Una vez alojado, construye túneles a lo largo de las fibras de la madera, evitando a otros gusanos de barco, de tal modo que cuando se acerca al túnel de otro individuo, se da la vuelta. Para hacer el túnel se sirve de unos diminutos dientes que tiene en las valvas que utiliza como una escofina, realizando hasta 2300 raspaduras por hora, rotando 360° cada 20-40 raspaduras. El túnel está revestido con una excreción calcárea y la abertura se cierra con dos placas calcáreas en forma de paleta. Estas paletas son muy importantes porque se utilizan para identificar a la especie. Una vez sellado el túnel, el molusco puede sobrevivir anaeróbicamente durante unas tres semanas, gracias al revestimiento calcáreo que amortigua los metabolitos ácidos.


La tasa de reproducción es altísima, liberándose hasta 2 millones de larvas por ciclo en condiciones favorables. Estas larvas son dispersadas por las corrientes marinas y durante dos o tres semanas son pelágicas. Cuando la larva detecta la madera, nada activamente para adherirse a su superficie. Después de un asentamiento exitoso las larvas sufren una metamorfosis, pasando de juvenil a adulto, y ya nunca abandonarán la pieza de madera en la que se han establecido.


Las primeras referencias a las calamidades causadas por los gusanos de barco se encuentran en textos de autores griegos, como Teofrasto, o latinos, como Ovidio. Todo indica que T. navalis podría haber vivido en aguas europeas antes de 1730, cuando se produjeron aquellos terribles daños en las estructuras de madera de los Países Bajos que llevaron a Gottfried Sellius a estudiar los gusanos de barco. Hoy en día, se encuentran en los puertos y bahías de todo el mundo, representando un grave peligro para las estructuras marítimas de madera en las zonas costeras, ya que provocan daños millonarios.


Entre los distintos gusanos de barco, Teredo navalis es el más habitual y uno de los más dañinos, lo que le otorga un lugar especial en la historia naval. En 1503 los gusanos de barco invadieron las naves que llevó Cristóbal Colón en su cuarto viaje, hundiendo al menos dos de ellas. Igualmente hay que recordar el estado en que quedó la nao Victoria, convertida en un verdadero colador, cuando Juan Sebastián Elcano y sus hombres atracaron en Sevilla en 1522. Una de las primeras alusiones a T. navalis la hace el historiador y cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo, quién en 1523 en un viaje desde el Puerto de Santa María de la Antigua del Darién a la isla La Española, comenta que la carabela en la que viajaban “estaba tan comida de la broma” que la tripulación intentaba tapar los agujeros con sus camisas. En 1588 también jugó un papel en la derrota de la Armada Española por parte de Gran Bretaña, al debilitar su flota, lo que la hizo más vulnerable a las tormentas y a los impactos de las balas de cañón.

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Paleta, valvas y un trozo de tubo de un ejemplar de Teredo navalis colectado en Inglaterra.
Colección de Malacología, Nº Catálogo: 15.07/3131. Imagen: José María Cazcarra.


Ninguna época de la historia ni ningún continente se libra de la destructiva actuación de Teredo navalis. Actualmente, se acepta como una especie bien establecida en las áreas costeras de Europa, América del Norte y el noroeste del Pacífico. Fue precisamente en Norteamérica en 1919, coincidiendo con una sequía que permitió que el agua salada se desplazara aún más hacia el interior en la Bahía de San Francisco, cuando se produjo uno de los brotes más costosos registrados en la historia del gusano de barco: muelles, espigones y atracaderos de transbordadores se derrumbaron en una tasa promedio de uno cada dos semanas durante dos años. Todo ello, a pesar de que numerosos inventores habían presentado un millar de elementos disuasorios de gusanos de barco a la oficina de patentes de los Estados Unidos a finales del siglo XIX.


Actualmente, se considera una amenaza importante para el patrimonio cultural subacuático, como los naufragios de importancia histórica en el mar Báltico. Se estima que hay del orden de 100.000 naufragios en el Báltico, de los cuales al menos 6.000 se consideran de gran importancia arqueológica e histórica. Esto resulta preocupante, ya que hay signos claros de un ingreso gradual de organismos perforadores de madera (Teredo navalis) en este mar; probablemente como resultado del cambio climático y, en particular, del aumento de la salinidad. El principal temor que genera el calentamiento global es que se ampliará el rango de distribución de los gusanos de barco y también aumentará su actividad, al extenderse la ventana de tiempo en la que pueden propagarse, ya que tienden a reproducirse y establecerse en la madera durante las estaciones más cálidas.

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Habitantes de Tailandia colectando gusanos de barco para comer. Imagen: Mark Wiens.


Pero más allá del daño que los gusanos de barco han causado a los humanos a lo largo de los siglos, hay que pensar en que estos invertebrados ocupan un nicho importante en el medio ambiente marino, donde la degradación de la madera por bacterias y hongos es muy lenta. Estos moluscos se encuentran entre los principales recicladores de madera del océano, limpiando sus desechos en las aguas navegables y transformando la madera gracias a sus larvas, en biomasa fácilmente digerible por muchos organismos del océano. Además, crean refugios para otros organismos marinos como cangrejos, pulpos o poliquetos; sirven de alimento para habitantes de distintas zonas geográficas, como sudeste asiático, Australia y Brasil entre otras; y ofrecen interés para el desarrollo de antibióticos y la creación de biocombustibles.


En la colección que alberga el Museo se conservan distintos ejemplares colectados en Guipúzcoa (mar Cantábrico), Almería y Málaga (mar Mediterráneo) y Huelva (océano Atlántico). También se guardan restos de un ejemplar histórico colectado en Inglaterra que perteneció a la colección donada al MNCN en 1873 por el ilustre marino y naturalista Patricio María Paz y Membiela.

 

Referencias bibliográficas:


Hoppe, K. N. 2002. Teredo navalis - the Cryptogenic Shipworm. En Leppäkoski, E., Gollasch, S., Olenin, S. (eds.): Invasive Aquatic Species of Europe. Distribution, Impacts and Management. Springer, Dordrecht. https://doi.org/10.1007/978-94-015-9956-6_12


Trueba, E. 1987. Dos experiencias contra la "Broma" (Teredo Navalis), en la Sevilla del siglo XVI. Revista de historia naval, 5(16): 83-102.


Weigelt, R. et al. 2016. First time DNA barcoding of the common shipworm Teredo navalis Linnaeus 1758 (Mollusca: Bivalvia: Teredinidae): Molecular-taxonomic investigation and identification of a wides of a widespread wood-borer. Journal of Experimental Marine Biology and Ecology, 2016, 475, p. 154-162. https://doi.org/10.1016/j.jembe.2015.11.008